martes, 19 de noviembre de 2013

La Revolución, 103 años después.

“La Chispa de la Revolución Social de 1910", de Manuel Lizama.
Por: Aída María Holguín Baeza.

Corría el año de 1910, y en México daba inicio uno de los movimientos sociales más importantes del país: la Revolución Mexicana.

Con este movimiento armado, se buscaba concluir el ejercicio dictatorial del poder en nuestro país, además de luchar por los derechos y las libertades quebrantadas por el gobierno.  Cuenta la historia, que el movimiento revolucionario triunfó y sus objetivos fueron cumplidos.

Quizá en aquellos ayeres, el rotundo triunfo de los revolucionarios fue real -respecto a las circunstancias particulares que se vivían en México-; sin embargo, 103 años después, las cosas no son tan distintas de lo que eran antes de la Revolución Mexicana.

Considerando que la “revolución” es “un cambio violento en las instituciones políticas, económicas o sociales de una nación”, podríamos decir que lo único totalmente acorde a esta definición, es lo referente a la violencia como medio de aquella movilización.

El cambio que suponía la Revolución, es el que no se obtuvo del todo.  Y es que basta con analizar los aspectos que llevaron al pueblo mexicano a levantarse en armas para ponerle un “hasta aquí” al modus operandi del gobierno y de los grandes hacendados, para darse cuenta que aún y cuando ciertamente hubo una revolución, esos aspectos de abuso de poder y desigualdad no cambiaron; en todo caso, evolucionaron -o solo cambiaron de “nombre”-; de tal forma, que la situación actual de los mexicanos sigue siendo similar.

Para hacer ese ejercicio analítico, recordemos algunas de las circunstancias que desencadenaron aquel levantamiento:

El envejecimiento del sistema político, los fraudes electorales, la situación de que las diputaciones, senadurías, gubernaturas y puestos administrativos de alto nivel eran ocupados por elementos fieles al régimen, el reparto inequitativo de los recursos, la desigualdad en el otorgamiento de créditos bancarios, el financiamiento de proyectos de aquellos que gozaban de la gracia de los poderosos, el endeudamiento eterno de los trabajadores por tener que comprar obligatoriamente en las “tiendas de raya” de las haciendas en donde trabajaban.

Por otro lado, el despojo de las tierras a los campesinos, la concentración de la riqueza en pocas manos, la pobreza, la inseguridad laboral, la política discriminatoria en contra de los trabajadores al recibir salarios menores que los empleados extranjeros dedicados a las mismas labores, las marcadas diferencias sociales, el predominio de la clase de latifundistas y de burgueses, etc., etc.

Ahí están las causantes.  El análisis y la opinión respecto a éstas, la dejo a cada uno de los estimados lectores para que no se diga que hay afán de manipular la información que la historia ha puesto a nuestra disposición.

Lo único que diré al respecto, es que la intención de todos aquellos valientes revolucionarios fue la de dejarnos un país con menos desigualdades y mejores condiciones para vivir, y que al final de la Revolución, lograron los objetivos que las circunstancias del momento les marcaban.

Que hoy en día las cosas no sean tan distintas, es responsabilidad nuestra porque no supimos darle seguimiento a esa lucha.   La clase política evolucionó -en el mejor de los casos-; en otros, involucionó; y nosotros -los ciudadanos de a pie-, nos quedamos atrás.  No entendimos que lo hecho por los héroes de la revolución requería de un seguimiento y de una constante lucha para evitar que las malas prácticas volvieran.

No podemos -ni debemos- culpar a la clase política de que la Revolución no haya sido del todo exitosa; es necesario asumir las responsabilidades que como ciudadanos de esta nación tenemos.  

Hoy en día las armas no son la solución, bastante tenemos con la violencia generada por tantos y tantos años de descuido en el área de seguridad pública, como para todavía echarle “más leña a la hoguera”.   Ahora tenemos herramientas tecnológicas que nos permiten informarnos y seguir con una lucha pacífica para lograr que esa Revolución armada y tantas muertes no hayan sido en vano. 

Concluyo en esta ocasión con lo que alguna vez dijo el político, periodista, filósofo y escritor cubano, José Marti: “La justicia, la igualdad del mérito, el trato respetuoso del hombre, la igualdad plena del derecho: eso es la revolución.

Correo: laecita@gmail.com
Artículos anteriores: laecita.wordpress.com

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