Javier Manzano es fotógrafo y
videodocumentalista, originario de México. Después de cinco años de
especializarse en brindar cobertura a la frontera entre México y Estados
Unidos, y ante su deseo de informar aspectos internacionales, viaja a Medio
Oriente para cubrir zonas en guerra, empleándose como “freelancer”. Su trabajo
ha sido publicado en medios como The New York Times, The Washington Post y la
revista Time.
Asimismo, ha sido reconocido con el The World Press Photo en dos ocasiones -2011 y 2013-, y recientemente obtuvo el Premio Pulitzer en la categoría 'Feature Photography'con una imagen de rebeldes sirios distribuida por la agencia internacional de noticias AFP. El premio Pulitzer es un prestigioso galardón, considerado la más alta distinción para el periodismo, la literatura y la composición en los Estados Unidos.
Desde su computadora, sentado en
el departamento que habita en Estambul, Turquía, Javier Manzano concedió, vía
internet, la entrevista a tiempo.com.mx que hoy presentamos en el marco del día
Mundial de la Libertad de Prensa.
“Sólo somos artesanos”
Con un lenguaje amigable y
fresco, palabras amenas e incitantes a la confianza, el fotoperiodista habla
sobre el reconocimiento internacional, pero sin esconder su firme convicción,
más allá de los galardones, “sólo soy un artesano”.
“Tristemente”, dice, se enteró de
la noticia del premio por Facebook. Tres días le llevaron asimilar la magnitud
que eso representa; hoy se siente orgulloso de que lo reconozcan como mexicano
y como freelancer.
Pese a los recursos tan
limitados, los periodistas independientes trabajan arduamente para proveer al
público de cobertura en zonas de conflicto; su trabajo es competitivo y apegado
a los mismos estándares éticos y profesionales. Sin embargo, es hasta después
de los premios cuando llega el reconocimiento formal, explica Manzano.
“Curiosamente me doy cuenta que
después de ganar un Pulitzer, por alguna razón el público en general te
considera con un poco más de seriedad, como si antes no lo fuéramos”, dice.
El siguiente paso para el foto
periodista es utilizar todas las oportunidades que lleguen a raíz de la
condecoración para profundizar en el conflicto de Siria y “seguir trabajando;
no queda de otra más que seguir trabajando”, apunta.
Siria es una película de horror que se proyecta a diario
“Un niño partido a la mitad, con
humo saliendo de sus entrañas y espasmos pre-mortem dejan una impresión en
cualquiera”, relata al hablar de Siria, el país más peligroso para ejercer el
periodismo.
Durante la cobertura de la guerra
civil siria contra el gobierno represor de Bashar Al-Assad, justo en el barrio
Karmel Jabil --una zona estratégica cerca del corazón de la región que controla
la oposición, en la ciudad de Aleppo--, captó la imagen que le valió el
Pulitzer.
“Los rayos de luz que entraban
por la cortina de aluminio se mezclaban con el polvo de más de cien días de
artillería, morteros y balaceras que se desataron sobre esta ciudad en Julio
(del) 2012. Los soldados de oposición que se encontraban en este lugar, que
meses antes fue un almacén, cuidaban sus posiciones con respecto a las del
régimen”, describe al narrar el momento representado en la fotografía.
Su trayectoria en zonas de riesgo
para trabajar como periodista --México, Afghanistan y Siria--, le valen a
Manzano para decir que aunque son luchas diferentes, Siria es el más dramático
y peligroso. “Siempre hay paralelos en los conflictos, pero no se pueden
comparar los de México con el de Siria. Son mecánicamente diferentes y
políticamente opuestos. Siria es una película de horror que se proyecta a
diario y a la que nadie, fuera de los protagonistas, quiere ver”.
En México es difícil dar
cobertura a las balaceras al instante en que se desarrollan, por el inminente
riesgo de fotografiar a los agresores, que al sentirse identificados matarían
al periodista. Pero también hay riesgo de secuestros y asesinatos por la
información que se publique.
En Afganistán es diferente, en el
sentido de que también plagian pero menos que en México, los secuestros son a
los extranjeros, razón por la cual, los foráneos viven encerrados detrás de
casas amuralladas mientras que a los periodistas locales los matan, otro riesgo
es la probabilidad de ser baleado, morir o quedar mutilado con las bombas en
las carreteras. Siria combina todas estas características: “...te pueden
secuestrar, te puedes quedar sin piernas ni brazos por la artillería o
bombardeos, o te pueden matar los francotiradores del régimen. En mi opinión,
la peor amenaza son los morteros. No se escuchan cuando te van a caer encima y
es demasiado tarde cuando te das cuenta. No hay tiempo de correr y estás muerto
o sin piernas en una milésima de segundo”, detalla al sustentar por qué Siria
es el más riesgoso.
La autocensura es la única arma en México, porque el gobierno no ofrece
garantías
“México es muy peligroso, porque
a veces una bala tiene tu nombre y tarde o temprano te encontrará. La
autocensura es la única arma de los periodistas, puesto que es difícil esperar
que el gobierno ofrezca garantías en seguridad”, agrega, y a la vez lamenta la
impunidad que impera en la nación ante la poca y eficaz investigación de los
crímenes violentos.
“En México se vive en total y
absoluta impunidad. Si sólo el 5% de los crímenes violentos se investiga, pues
¿qué se puede esperar? Por desgracia en México, dependiendo de la posición
socioeconómica y política, uno no vive, sobrevive. Me temo que esto seguirá
ocurriendo por muchos años más”.
Pese a la intrincada situación
para informar con veracidad en México, Javier Manzano reconoce que hay grandes
periodistas que ejercen en el país; tal es el caso de Sandra Rodríguez, de
ciudad Juárez, quien actualmente radica en el Distrito Federal.
Hay historias que vale la pena contar pese a los riesgos
Para cubrir la guerra es
necesario bloquear los sentimientos para poder trabajar, explica el fotógrafo
que, no obstante, confiesa que sí ha llorado algunas veces, en silencio, antes
de dormir: “Generalmente uno bloquea las emociones y sentimientos mientras
estamos trabajando. La razón es muy sencilla: Si nos dejamos llevar por los
sentimientos, las lágrimas nos impedirían trabajar. Si no puedes trabajar,
entonces no tienes razón alguna de estar ahí y deberías irte. Esto no quiere
decir que no sentimos o que somos robots sin corazón. Claro que es difícil y
por supuesto que las lagrimas a veces llegan, siempre al final del día y antes
de dormir. Lloramos en silencio”.
En Siria el riesgo de perder la
vida está latente, y aunque nadie quiere perderla, para él "hay historias
que vale la pena contar pese a los riesgos". Sin embargo, reconoce:
"Pero llega un momento en que tienes que ponerlo en perspectiva y
cuestionarte lo que haces".
El fotoperiodismo, aunque sea a
nivel internacional, tampoco es un negocio rentable. El incremento de los
periodistas independientes ha crecido exponencialmente, como síntoma de una
industria que se quedó sin dinero y no ha podido evolucionar. Eso obliga a los
interesados en la profesión a trabajar por convicción, compromiso y por amor,
pero no para obtener grandes ingresos.
“O amas lo que haces o no lo
hagas, porque al final del día hay mejores formas de ganarse la vida. El
periodismo no paga con divisas. Paga con experiencias vividas, con la
percepción de que lo que haces tiene un valor. La gente que ha cruzado tu
camino y te ha concedido el privilegio de compartir contigo sus historias, a
ellos siempre son a los que se les estará eternamente agradecido, ellos son los
que te pagan con la mejor moneda: su confianza”