miércoles, 4 de septiembre de 2013

De manifestaciones y esas cosas

Como nunca antes en los últimos tiempos, los chihuahuenses han sido testigos de cómo las calles son tomadas para dar cuenta de las quejas más sentidas, de las necesidades más apremiantes que la población, no sólo de hoy sino de siempre, parece acumular poco a poco, hasta que un día dice no poder más y buscar el espacio para al menos enterar a quienes tienen el poder, en teoría o no, de poder cambiar la realidad, que sin embargo, debe reconocerse primero.




Ayer fueron los operadores del antiguo sistema de transporte, los vecinos y simpatizantes del Parque Revolución, los usuarios del Vivebús, hoy los maestros inconformes con la reforma educativa, campesinos e indígenas contra un fraude procesal, los adultos mayores denunciando falta de apoyos prometidos por el Gobierno del estado; mañana seguramente serán otros. Todos con sus particulares demandas, que pueden ser entendidas y compartidas o no, por los demás, que los miran desde un auto detenido a media calle, desde una posición de falta de conocimiento, empatía o solidaridad, de todo hay.

Pero más allá de las "molestias" que estos grupos cada vez más numerosos e insistentes, puedan ocasionar a quienes tienen la mala suerte de atravesarse en la manifestación a la hora que van al trabajo, a la escuela, por sus hijos, a comer o a cualesquiera otras actividades, está el verdadero mensaje que comparten a través de pancartas, megáfonos, marchas y gritos. La sociedad chihuahuense está despertando, aun cuando a veces sólo reciba a cambio toletazos, balas de goma, satanización. 

Ya no sólo es la queja desde las redes sociales, o desde la comodidad de la mediocridad de muchos, como apuntó hoy una reportera, que critican, criticamos, pero no se atreven a salir a las calles a manifestar su inconformidad y la urgencia de soluciones, que a veces, sólo así parecen llegar, como ocurrió recientemente con el enojo de los choferes de camiones urbanos que lograron un acuerdo para ser liquidados, y con quienes estaban en contra de la construcción de una réplica del Mausoleo de Villa, que finalmente fue destruida.

Madres de víctimas de homicidio o desaparición forzada, productores cansados de la sequía, maestros con la incertidumbre del futuro, enfermeros en espera de plaza durante meses, periodistas esperando justicia por sus compañeros caídos, tantos más que resisten las miradas de enojo de los de enfrente, autoridades o ciudadanos, que aguantan bajo el sol esperando una respuesta o que caminan por días para ser atendidos sin hallar ni siquiera un poco de sensibilidad, quizá todos ellos sepan que no siempre resultarán victoriosos, que a veces marchar o manifestarse no sirve más que para la nota o la foto, pero sin duda, están convencidos de que es mejor cualquier cosa que quedarse callado, que cruzarse de brazos mientras tratan de convencerse de que así la realidad es y a veces nadie parece tener el poder de cambiarla. Lo saben y aún así salen a las calles para demostrarnos que el ciudadano inconforme ya no está durmiendo.

Pero esta es mi opinión, usted puede manifestar la suya aquí mismo.

Flora Isela Chacón








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