domingo, 29 de septiembre de 2013

Los valores devaluados y las uniones homosexuales

Por: Cristina Escalera.

Hace unos días leí un artículo acerca de una mujer que escribió un libro sobre su experiencia al ser criada por su padre homosexual. Actualmente esta mujer canadiense solicita a los gobiernos “proteger el matrimonio natural”, ya que su experiencia al crecer “expuesta a este estilo de vida” no fue del todo agradable. 

A raíz de esto, dice, tuvo depresión, inseguridad, miedo, ansiedad, insomnio, confusión sexual, baja autoestima e incluso pensamientos suicidas.

Más adelante en este texto, la mujer narra lo que realmente le causó tanto daño: su padre era una persona sumamente depresiva, con problemas de control, estallidos de rabia, tendencias suicidas y compulsión sexual, esto debido, según dice, al abuso sexual que él sufrió de niño; nunca tuvo una pareja estable, y no se interesaba por el bienestar de su hija, ella se sentía “abandonada y despreciada”, dice haber estado expuesta a comportamientos de alto riesgo y a numerosas parejas, además de que menciona el gusto por las drogas y el alcohol de su padre.

Considero que ninguna de las actitudes anteriores tiene que ir ligada con las preferencias sexuales, y sería muy injusto catalogar como “malos padres” o “malas personas” a todos los hombres y mujeres homosexuales por un caso como este.

He sabido de más casos de padres y madres heterosexuales con peores comportamientos, basta con leer algunos periódicos para ver las atrocidades que cometen algunos padres en contra de sus propios hijos.

Desde mi punto de vista, creo que el verdadero problema fue que el padre de esta pobre mujer no estaba calificado para hacerse cargo de ella, ya que ni siquiera podía hacerse cargo de él mismo, y el hecho de ser homosexual, poco o nada tenía que ver.

Al hablar de los matrimonios gay y de la adopción en este tipo de uniones, pareciera que la condición heterosexual nos brinda el derecho de juzgar las actitudes de quienes tienen otras preferencias. Pero me pregunto entonces, ¿quién juzga la doble moral, la falta de valores, la falta de amor hacia los hijos, la intolerancia, la indiferencia, la infidelidad, e incluso el maltrato en un “matrimonio natural”?

Un caso de reciente controversia en nuestro país, fue el de una niña de dos años, quien por el hecho de ser criada por una pareja de homosexuales, fue expulsada de un prestigiado colegio en Monterrey.

Los padres, indignados, dieron a conocer el caso a los medios de comunicación, lo que ocasionó diversas reacciones: unas defendiendo el derecho a la educación de la menor, otras defendiendo los derechos de los homosexuales, y otras más defendiendo la postura de la escuela.

Es obvio que la pequeña niña, a su corta edad, aun no alcanza a percibir el trasfondo de la situación, pero ¿cuál habrá sido el mejor ejemplo para ella?: el de una institución disfrazada de moralista que por debajo esconde su condición prejuiciosa y discriminativa, a la que poco le importó el bienestar de una alumna y se preocupó más por el “qué dirán”; o el de dos personas que le han ofrecido un hogar y muchos cuidados, y que han tenido el valor de enfrentarse a la sociedad con el fin de defender sus derechos, aún a sabiendas que serían criticados por muchos.

Es una pena que una institución que ostentaba  “respeto por la diversidad” sea dirigida por personas con tan poco criterio, al grado de modificar incluso los estatutos de su “visión” después de este incidente.
En lugar de eliminar esta frase, debieron poner algo como “somos una institución homofóbica”.

Qué lástima que en nuestro país aun haya personas que se interesen más por el color de la piel que por la calidad humana, qué lástima que se tenga que poseer tal o cual teléfono celular para ser considerado parte de “ciertos grupos sociales”, qué lástima que nos fijemos más en la marca de la ropa que en la virtud del pensamiento… Qué lástima que por sus preferencias sexuales se juzgue a las personas como indecentes, malas, obscenas e inmorales; cuando hay actos mucho más inmorales en otras esferas de la sociedad: políticos corruptos, “ladrones de cuello blanco” y autoridades prepotentes y abusivas. ¿Acaso en el “Hills Institute” también van a expulsar a los hijos de este tipo de personas?

“Defender el matrimonio natural”, se dice, pero ¿realmente esta será la causa correcta? Tal vez lo ideal sería defender la unión entre quienes estén dispuestos a compartir una vida juntos y asumir los compromisos que esto representa. Todos y cada uno de ellos. 

Lo que habría que defender entonces sería el promover dos de los valores más importantes y que actualmente se encuentran totalmente devaluados: la tolerancia y el respeto. 

Deberíamos de dejar de creer que todos aquellos que no piensan, sienten o viven como nosotros, están mal. Esto beneficiaría no solamente a todo lo que va relacionado con las preferencias sexuales, sino a todas aquellas diferencias (religiosas, políticas, ideológicas) que mantienen a la humanidad en conflicto.
Un niño amado, atendido y respetado, y que entienda el verdadero significado de estos valores, crecerá feliz, con una mentalidad sana y sin prejuicios, independientemente de cualquier otra cosa. 

Tolerancia y respeto. Estas dos palabras deberíamos de llevarlas tatuadas en la piel. Si todos aplicáramos estos conceptos, viviríamos en un mundo muy distinto.

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