El 25 de julio de
1969 el Generalísimo Franco leyó la fórmula de la
Consagración de España al Sagrado Corazón de Jesús, en el Cerro de los
Ángeles, centro geográfico de la Península Ibérica, con la asistencia de 150
mil fieles y los más altos dignatarios del gobierno español. . No profirió en
ese momento el dictador ninguna petición de perdón por los miles de víctimas de
su régimen autoritario y represivo que duraría 36 años.
El sábado 21 de
abril pasado, en un acto público celebrado en la ciudad de Chihuahua, el
gobernador César Duarte, con la presencia de la alta jerarquía católica y de
gobierno, leyó la Consagración del estado de Chihuahua al Sagrado Corazón de
Jesús y al Inmaculado Corazón de María, y luego pidió perdón a nombre de todos
los chihuahuenses, por lo que “sucedió en el pasado en Chihuahua” (no dijo
hasta donde abarca ese “pasado”).Dos cuestiones hay que resaltar aquí: el hecho
en sí mismo y las implicaciones que van más allá de él.
La Consagración por
parte del Titular del Ejecutivo del estado contraviene ella Constitución en su
artículo 40 que nos define como república laica, así como los artículos 3º. Y
25 de la Ley de Asociaciones Religiosas y Culto Público, en el sentido que el
gobernador establece una preferencia por la religión católica y asiste con
carácter oficial a un acto religioso de culto público. Este hecho resulta
además ofensivo de buena parte de los chihuahuenses que no se sienten
representados por la participación del gobernador en ese acto: los miembros de
otras confesiones religiosas, los no creyentes, los agnósticos y los mismos
católicos que cuestionan el carácter de este tipo de actos.
Por otro lado, la
conducta del Gobierno del Estado luego de esta “consagración” , revela
que en él hay dos varas distintas para medir el cumplimiento de la ley y para
practicar la religión:
A contrapelo de la
ligereza con la que se procede a pisotear la Constitución y la citada ley
en materia de culto púbico, sorprenden e indignan la acuciosidad y la
diligencia de la Fiscalía General del Estado en aplicar la ley siguiendo la
denuncia hecha por la minera Mag Silver y los propietarios del predio El Calero
en el ejido Constitución, municipio de Buenaventura. La Fiscalía está
procediendo en contra de los agricultores de Constitución que el año pasado
derribaron varios postes de una línea de conducción de la CFE destinados a
alimentar la subestación eléctrica de pozos perforados ilegalmente en el predio
El Calero.
Además, la Fiscalía está por vincular a proceso a los integrantes de El Barzón porque sacaron de los terrenos del Ejido Benito Juárez el equipo y el material de la minera Mag Silver, que como ya se ha demostrado hasta la saciedad , realizaba labores de exploración en los terrenos de dicho ejido contraviniendo abiertamete varios mandamientos legales, entre ellos el Artículo 27 de la Ley Minera y el 28 de la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente. Esto sin mencionar la impunidad en que ha quedado el asesinato de Ismael Solorio y su esposa Manuelita Solís, cuando defendían su ejido contra la minera.
Además, la Fiscalía está por vincular a proceso a los integrantes de El Barzón porque sacaron de los terrenos del Ejido Benito Juárez el equipo y el material de la minera Mag Silver, que como ya se ha demostrado hasta la saciedad , realizaba labores de exploración en los terrenos de dicho ejido contraviniendo abiertamete varios mandamientos legales, entre ellos el Artículo 27 de la Ley Minera y el 28 de la Ley General de Equilibrio Ecológico y Protección al Ambiente. Esto sin mencionar la impunidad en que ha quedado el asesinato de Ismael Solorio y su esposa Manuelita Solís, cuando defendían su ejido contra la minera.
Si proceden las
injustas demandas los ejidatarios de Constitución tendrán que pagar 750 mil
pesos y los barzonistas, la absurda suma de 42 millones de dólares
a la minera Mag Silver y a su filias El Cascabel. No cabe duda que las mineras
encontraron una mejor veta en denunciar con ayuda del gobierno a los defensores
de los recursos naturales que en la explotación de minas.
Todo el peso de la
ley contra quienes defienden los derechos de los pobres contra las acciones
ilegales de los poderosos; toda la manga ancha para dichas acciones
ilegales cuando son protagonizadas por los poderes económicos y por el propio
gobierno. Esa es la doble vara con la que este gobierno aplica la ley.
Aceptando, sin conceder
que la citada consagración no violara la ley, ¿qué
significa entonces si no se traduce en acciones de gobierno eficaces a favor de
la justicia y de la defensa de los derechos sociales de los gobernados y no de
un puñado de privilegiados? ¿Acaso no cumplieron con su deber los obispos y le
advirtieron al gobernador que dicha consagración implicaría un drástico cambio
en su forma de gobernar Chihuahua? Si no lo hicieron así, fallaron gravemente a
su deber de evangelizar.
Porque no se puede decir “Señor, Señor”, citando de
nuevo al evangelio, el sábado, y el resto de la semana aplicar la ley a favor
de los ricos y en contra de los pobres. Porque en todo caso una consagración no
es de palabras, sino de puesta en práctica del contenido de la Palabra. La
única consagración del poder público que Chihuahua necesita es la de consagrar
todos los días, todas las horas, todos los actos de un gobierno a la
transparencia, a la democracia, a la rendición de cuentas, a la justicia, al
imperio de la ley. De esta manera, la consagración del otro sábado huele a
movida estratégica del gobierno en tiempo de elecciones y búsqueda del poder
político por la la alta Jerarquía católica.
Que quien quiera
pedir perdón en un acto religioso lo haga a título personal. Lo que ahora
necesita Chihuahua es que se le pida perdón a su ciudadanía cuando menos por la
violación de la ley en materia de culto público, por el manejo
político-electorero de la religiosidad de parte del pueblo, por el manejo
clasista y sectario del aparato de justicia y también a los católicos por
la abdicación de los obispos a ejercer su labor profética.
Definitivamente, lo
que se está viviendo entre nosotros ni es el México de Juárez ni la Iglesia de
Francisco.
Por: Víctor Quintana Silveyra