sábado, 25 de mayo de 2013

Un prisionero de alma libre: de víctima a victimario


Era un día cualquiera. El 7 de junio de 2009, Miguel Ángel Valles Carrasco salió en una camioneta Captiva, para comprar leche y algo para cenar, en Soriana Universidad, el centro comercial más cercano de su casa. 

Eran aproximadamente las 6 de la tarde, cuando un grupo de hombres lo siguió y le cerraron el paso para intentar quitarle el vehículo. Uno de ellos recibió una llamada en ese momento para que acudieran a reforzar un enfrentamiento que tenían contra militares en Plaza Galerías, cerca del lugar. 

Sin voluntad, sin explicárselo hasta ahora, se vio en medio de una balacera. Iba en la parte delantera de un automóvil, sólo atinó a detenerse del tablero mientras se ocultaba lo posible en el asiento. Amenazado por sus captores y obligado por la velocidad en la que circulaban, los acompañó cuando huyeron. Fueron perseguidos hasta la periferia, cerca del parque El Reliz.



En cuestión de minutos, Miguel Valles pasó de ser víctima a ser victimario. Los militares lo llevaron con los otros dos hombres, a la V Zona Militar, donde permaneció hasta el 8 de junio. Las noticias del día 10: “Consignan a narcos de enfrentamiento en plaza Galerías”, “Fue un enfrentamiento militares-sicarios; un soldado herido”.

Miguel Valles fue consignado por el Ministerio Público Federal al Juzgado Tercero de  Distrito, como presunto responsable de delitos contra la salud, homicidio en grado de tentativa contra un militar, violación a la Ley Federal de Armas de Fuego y delito cometido contra servidores públicos. Todos del fuero federal.

Después de tres años de prisión, de tres jueces que conocieron su caso y argumentaron sus decisiones en los partes policiacos y en el primer testimonio de los otros dos involucrados, la juez Alma Delia Delgado Ramírez, lo condenó a 24 años 8 meses de prisión, dicen su papá y hermana, Miguel Valles Pereda y Maricarmen Valles Carrasco.

En septiembre del 2011 fue trasladado al Centro Federal de Reinserción Social número 9 en Ciudad Juárez y el pasado 21 de marzo lo cambiaron a un Cefereso de Guanajuato, situación que los colocó en una situación más difícil: “Es un momento difícil para todos los que queremos a Maic, en el que Dios pone a prueba nuestra fe, ¡que no decaiga el ánimo Maic, estamos contigo!”, manifiesta en el perfil de Facebook la familia de Miguel.

La familia Valles ha explicado una y otra vez que su hijo es inocente y ha aportado pruebas: “encontraron la camioneta abandonada y no tomaron en cuenta ese detalle, a pesar de que a mí me la habían intentado robar una semana antes”, explica Maricarmen Valles.

Además: “les llevamos al encargado del monitoreo de videos de Seguridad Pública Municipal, porque no le habían llamado a declarar; un perito aprobó la veracidad del video del momento en el que le cerraron el paso a mi hijo; tienen la denuncia de desaparecido cuando no sabíamos dónde estaba; mandamos hacer un peritaje particular que sacó el pedazo de la llanta de la bala que tenía la camioneta cuando le dispararon para evitar que circulara”, retoma Valles Pereda.

Agregan una serie de incongruencias y contradicciones en las declaraciones de militares y policías municipales. Estos dijeron que los aprehendieron en Plaza Galerías y los agentes municipales dicen que en el parque El Reliz, como fue.

La prueba de radiosonato salió positiva y la familia argumenta que Miguel estaba enseguida de sus plagiarios, quienes dispararon durante la balacera y permaneció agarrado del tablero. “Esa es la prueba más fuerte y aun así, la persona que entregó el peritaje, puso fecha de dos meses antes de los hechos, trae como fecha abril del 2009”, dice el padre de familia.

La historia de Miguel es una de esas que han comenzado a emerger en Chihuahua, como víctimas del sistema. Decenas de familias se han convertido en investigadores para demostrar la inocencia de sus hijos, luchan contra la rigidez de un gobierno que ordenó a defensores públicos y agentes del Ministerio Público, que ningún detenido puede quedar en libertad: mano dura.

La familia de Miguel Valles, como las de otros presuntos culpables exhibidos mediáticamente, habla de su experiencia, maldice las trabas gubernamentales y las murallas de sordera burocrática. Han decidido llevar su caso a instancias internacionales.


LA HISTORIA



Miguel Valles Carrasco es padre de un niño. Está divorciado. Cuando lo aprehendieron tenía 35 años. Es licenciado en Diseño Gráfico por la Escuela Superior de Comunicación Gráfica y trabajaba en la compañía Audio Express.

El domingo 7 de junio de 2009, comió con sus papás. Por la tarde fue a su casa y alrededor de las 18:00 horas salió en una camioneta Captiva del año sin placas, propiedad de su hermana. Miguel se la llevó para hacer el cambio de placas el lunes, debido a que tenía matrícula de Coahuila, a lo que atribuyeron que una semana antes quisieron quitársela a Maricarmen, su hermana.

Miguel salió para comprar leche a un centro comercial ubicado en el cruce de dos importantes avenidas de la capital: Universidad y Américas.

Cuando iba por la avenida de las Américas y José María Mata, a unas cuadras de llegar al centro comercial,  comenzó a seguirlo un vehículo Dodge Charger rojo, intentó subir la velocidad pero otro automóvil  le cerró el paso. Esto consta en los videos mencionados, captados por las cámaras de la Dirección de Seguridad Pública Municipal.

Los tripulantes de la Charger lo obligaron a frenar y bajar de su automóvil, habían disparado a una de las llantas cuando le señalaban con las armas que bajara de su vehículo. La bala fue recuperada por un perito particular y presentada como evidencia del intento de robo y posterior secuestro.

Otro grupo de personas que iban en el otro carro intentó llevarse la camioneta de Valles, pero no pudo porque estaba ponchada, la dejaron encendida una cuadra más adelante, así consta en el expediente.
                                      
En ese momento, “los malos” recibieron una llamada en  la que les avisaba el mismo grupo delictivo, La Línea, que necesitaban refuerzos en una enfrentamiento que tenían contra militares, en la plaza comercial Galerías, a unos minutos del lugar.

A Miguel se lo llevaron entre la premura del tiempo. “Les dije que para qué si ya tenían la camioneta, que se la llevaran. Me gritaban que me subiera en el asiento de enfrente y no los viera; hicieron que me subiera del lado del copiloto, iba metido en el habitáculo, pero los pies y el resto del cuerpo recargados en el asiento con la cara agachada para evitar verlos y así hacer lo que ellos me ordenaban”, relata Miguel en la recopilación de cartas que escribió durante un año y medio como terapia y publicó su familia en una edición casera llamada “Cartas de un prisionero de alma libre”.

Llegaron a la balacera y comenzaron a disparar desde el Charguer contra una Durango plateada, indica Miguel: “lo pude ver en momentos porque el ruido de los disparos en ocasiones era ensordecedor y trataba de ver que estaba sucediendo para tratar de resguardarme lo mejor posible, lo menos que quería era morirme de un balazo”.

A uno de los delincuentes lo hirieron, le indicó al conductor que huyeran, pero éste disparó más y pidió asistencia por radio, pero nunca les ayudaron. Cuando se vieron desprotegidos de sus otros compañeros, huyeron del lugar. Se escuchaba la sirena de patrullas que los seguían. Para Miguel era un alivio escucharlas.

Una bala ponchó el auto. Los delincuentes intentaron robar dos vehículos para seguir huyendo, pero no lo lograron. Uno de ellos intentó huir pero le dieron alcance, el otro se vio perdido y no puso resistencia. Miguel respiró y dio gracias a los agentes, les explicó: “señor: ellos me levantaron, ¡gracias por llegar!”. La respuesta: “no te pregunté perro”. Lo callaron después de insistir.

Lo aprehendieron y los llevaron a la V Zona Militar. “No creía lo que estaba sucediendo, en vez de sentirme salvado o rescatado de esa situación me estaban tratando como basura, como un agresor, como un delincuente más…”.

Relata cómo uno de los policías municipales le robó un reloj que le regaló su papá en Navidad, un Citizan de titanio.  También se llevaron su cartera y su celular, un blackberry bold.

“Me dijeron que si preguntaban por mis pertenencias les dijera que no traía nada. Respondí: ‘ok ok’, ya no quería que me golpearan”.

Los llevaron a la V Zona Militar. Un militar resultó herido en la balacera. Miguel insistía en que era víctima de secuestro. “Hubo un militar, supongo, que  empezó a darme la razón porque a las otras dos personas que llevaban conmigo las seguían golpeando y castigando. Me dijo: ‘no te preocupes, ya se está aclarando, ¿necesitas algo?’ Me llevó a sentarme a un catre o algo así. Me dijo: ¿verdad que soy un amor?”.

Sin embargo, continuó el interrogatorio, le preguntaban para quién trabajaba, lo llevaron a una celda. Todo el tiempo permaneció con los ojos vendados. Posteriormente les ataron las manos atrás, lo recargaron sobre algo que parecía rejas, dice Miguel Valles. No durmió durante toda la noche.

Luego de horas de tortura, declaró ante otra autoridad, no supo ante quién porque continuaba con los ojos vendados.  Su papá cuenta con impotencia, que apenas hace unas semanas, Miguel le contó las atrocidades que le hicieron en el cuartel militar.

Los otros dos detenidos dijeron que no conocían a Miguel y que sólo le daban un raid. Sin embargo, al llegar a la delegación de la Procuraduría General de la República (PGR), cambiaron su declaración y lo inculparon.  Ya habían sido asesorados por su abogado, el defensor que le había puesto el grupo delictivo.

Mientras tanto, la familia de Miguel había buscado en hospitales, penales y donde pudieron, sin encontrarlo. “Pasamos horas afuera de hospitales, llegaban muchos baleados y ninguno era él”., recuerda Maricarmen.

Hasta el lunes 8 a las 2 de la tarde, supieron dónde estaba. Lo supieron por un amigo, ya que no le permitieron llamar a su familia. “Primero nos dijeron que no estaba ahí (en la PGR), le hablaron a un licenciado que conocíamos  y obligaron a decirles lo que sucedía”.

El abogado de los otros dos detenidos, Eduardo Pérez Campos, les ofreció sus servicios, les dijo que se podían arreglar para liberarlo, pero convencidos de la inocencia de Miguel Valles, rechazaron la propuesta y contrataron como defensor a Emilio Valdez Jaule,  independiente de los otros dos.

EL PROCESO

Los consignaron ante el juzgado tercero de lo penal y los trasladaron al Cereso de Aquiles Serdán. Los dos hombres detenidos con él, declararon la droga y las armas eran de Miguel, pero durante el primer careo, dijeron que no lo conocían antes del incidente del 2009, pero estas últimas declaraciones no fueron tomadas en cuenta por la juez, según consta en el expediente es el 80-2009.

Miguel, su defensa y la familia han relatado una y otra vez a las autoridades, que todas las pruebas que lo favorecen, han sido rechazadas por los jueces.  La jueza argumentó que lo del carro abandonado podría ser un montaje, pero no lo ha comprobado. “Tanto el video como el reporte del auto abandonado ocurrieron antes de que se suscitara la detención del Charger. Son pruebas fehacientes de que  fue secuestrado”, insiste su padre.

Argumentan varias discrepancias en las pruebas valoradas por la juez, como el lugar de la detención y aseguramiento, se contradicen militares y municipales.   

La sentencia fue apelada por la defensa, el magistrado Miguel Negrete la ratificó. Irán al amparo.  Las otras dos personas detenidas con Miguel se retractaron hace unos meses, dijeron que le iban a dar raid porque se ponchó pero los juzgadores no aceptaron tomar en cuenta los careos.

Con el caso de Florance Cassez, la familia tiene la esperanza de llevar el caso hasta las últimas consecuencias y demostrar que hubo tortura, así como todas las arbitrariedades que han hecho en el proceso de Miguel Ángel Valles.

LA RECLUSIÓN





Miguel Ángel vivió la peor época del penal de Aquiles Serdán: 2009 y 2010. Los motines, balaceras y fugas evidenciaron la falta de control de las autoridades. Uno y otro grupo tenían controladas las áreas. La división del Cereso la clasificaban por grupos: La Línea y Los Chapos.

A Miguel le correspondió el área de La Línea, tuvo que convivir con sus propios plagiarios. La familia Valles llevaba comida para los tres durante los primeros días que los mantenían juntos. 

En el libro que escribió Miguel, como propuesta de sus hermanos, narra su vida cotidiana, cómo vivió las fugas, los momentos de tensión de los motines y balaceras, los castigos de los días posteriores y cómo vieron apagarse las actividades productivas del penal por seguridad. Refleja su entusiasmo y esfuerzo por ver la experiencia como un aprendizaje.

Como producto de su comunicación con el exterior , con amigos y familiares que no pueden ir a visitarlo, generó del  perfil  “Maic Valles Libre” en Facebook, en donde anuncian actividades para exigir la libertad de Miguel.

De los supuestos cómplices, Maricarmen y su papá cuentan que uno fue trasladado a un penal de máxima seguridad en Nayarit y el otro fue trasladado con Miguel Ángel a Juárez.

El que fue  a Nayarit es un ex policía que estuvo implicado en asesinatos de Villa Ahumada.  El otro fue gerente del restaurante japonés Akari y de una cadena de pizzas, pero con la convivencia, les contó que por robar un carro le pagaban 5 mil pesos, por eso decidió ingresar a la actividad delictiva. Tiene 24 años y estando en prisión, nació su hija, quien murió a los tres meses de edad.

Cuando trasladaron a Miguel al Cefereso de Juárez, la vida de la familia cambió radicalmente. En la capital, su hijo y toda la familia podría ir cada ocho días. En el Cefereso estaba completamente aislado, en celdas  construidas para tres personas, viven seis internos.  “No cumple con los estándares de readaptación, no dejan entrar al baño a las visitas, a mi esposa le prohibieron los auriculares y no escucha. Nos pedían una carta para autorizar y cada vez que iba tenía que llevar un oficio del especialista”, relata Miguel Valles Pereda.

Como una avalancha de malas noticias, la noche del pasado 21 de marzo,  Miguel fue trasladado a un Cefereso de  Guanajuato.

Gracias al excelente Sistema de Justicia en México esta próxima Navidad es la cuarta que paso en la cárcel (Cefereso) lejos de mi familia siendo inocente. Gracias a la Sra. juez Alma Delia Delgado Ramírez que simple y sencillamente no admite las pruebas aportadas a favor de mi inocencia, en cambio les concede toda la credibilidad a elementos del ejército nacional que distan mucho de ser personas con moral y lo vertido por ellos en su informe es falso. Gracias a ustedes soldados, seguiré preso por sus falsedades.

“Gracias Sr. magistrado del 2o. Tribunal Unitario,  Miguel Ángel Negrete que con su actuación indolente y apoyados con revisión de secretarios falta de ética profesional y moral, les es más fácil sentenciar que estudiar debidamente el caso y darla libertad. Posiblemente la intención es aumentar el número estadístico de sentenciados y demostrar falsamente que se está ejerciendo la seguridad en el Estado. Que ustedes. Gocen esta navidad en el calor del hogar, al lado de su familia y yo seguiré luchando apoyado por mi familia y amigos por la libertad que merezco”.

Migu
el Ángel Valles Carrasco.
Navidad del 2012


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