martes, 20 de agosto de 2013

Caro Quintero nunca benefició a la colonia, sólo nos dejó mala fama: habitantes de Búfalo

Foto: Jorge Salayandía
Búfalo, Valle de Allende, Chih.- El tiempo se detuvo en la colonia Búfalo, en el municipio de Valle de Allende, pueblo que se volvió famoso por el decomiso de 10 mil toneladas en 1984, propiedad de Rafael Caro Quintero.
Los pobladores del pueblo que tiene apenas 300 habitantes aproximadamente, reclaman la mala fama, porque el pueblo jamás se vio beneficiado por las ganancias millonarias que producían alrededor de 10 mil jornaleros que eran esclavizados en alrededor de 20 hectáreas. La gente de la región dice que serían unos 5 mil empleados.
Caro Quintero fue sentenciado a 40 años de prisión, 15 por el delito de narcotráfico relacionado con el caso Búfalo. De acuerdo con los magistrados del Primer Tribunal Colegiado, ya cumplió esa condena. 
Es un pueblo sin pavimento, con dos escuelas, una primaria con dos maestros y un kínder con uno sólo.
A pesar de que se encuentra a 30 kilómetros de  la ciudad de Jiménez, no cuentan con servicio de teléfono ni de Internet.
De la tienda de abarrotes de Búfalo, salen los recados para la gente. Por micrófono, avisan a las personas que reciben llamadas telefónicas para que acudan a una caseta ubicada afuera de la tienda.
Las propietarias de la tienda, son hijas de quien fue presidente municipal de Búfalo en 1984, Ismael Moreno.  Ellas también dan avisos al pueblo: “A todas las mamás que tienen jovencitos en la secundaria en Jiménez, se les avisa que hoy a las 6 de la tarde hay reunión ahí con Rosa González, para lo de la ben”.
Sus cosechas se han visto afectadas como la de la mayoría de los pequeños agricultores en el estado, a pesar de que este año ha llovido bastante. Su esperanza es la construcción de la presa “Agua fría”, con la que desarrollarán un sistema de riego.
Sentados bajo un árbol, se encuentran seis hombres, cuatro de ellos adultos mayores. Se apresuran a aclarar que del Búfalo nadie trabajó en la cosecha de marihuana. La vivienda en donde se encuentran, está a media cuadra del camino de terracería por donde pasaban los camiones cargados de marihuana hacia los sembradíos ubicados a unos 15 kilómetros. “Decían que eran manzana”, cuenta entre risas uno de ellos.
“Aquí no había gente de ahí, nadie. Los traían de fuera. Aquí estaba pacífico. No había prosperidad, nada más ayudaban a hacer tráfico todos los días. No había contacto con ellos, ni trabajo. Era gente del lado de Sinaloa”, dice bajo su sombrero uno de los habitantes. 

A Búfalo nunca llegaban a comprar, aseguran que todo lo llevaban de Jiménez o a Camargo. “Aquí era un rancho, había más gente que ahorita eso sí, pero casi todos se fueron desde que ya no llovió, como en el 88, se fueron al ‘otro lado’”.
La única ocasión que vieron a los trabajadores que mantenían siempre encerrados, fue cuando salieron corriendo porque llegaron los militares a decomisar la marihuana. “Cuando vino el relajo vinieron aquí para pedir raid, o para pedir hacer una llamada, venían bien espantados de allá. No los dejaban salir, había hombres en las puertas con escopetas, tenían retenes, los hombres vestían como federales de aquella época, pero esa ves tuvieron que huir”.
El campo de concentración, como le llamaba, se ubicaba a unos 15 kilómetros del Búfalo. Después del decomiso, se murió la actividad de aquellas tierras, aseguran.
Las tierras fueron asignadas a 42 ejidatarios, las dividieron en dos ejidos: Álamos y ampliación Felipe Ángeles. José, uno de los ejidatarios que se encuentra en la plática, pregunta si regresará Caro Quintero por sus tierras, pero los otros considera muy remota la posibilidad.
Uno de los más grandes dice: “si lo ven, échenlo pa’cá, que nos dé jale, y que nos pague por todo el tiempo que nos quedamos calladito”, sonríe y agacha la cabeza”.
Otro más dice: “que venga y nos dé trabajo, que tiene que sea ilegal, el chiste es que haya jale, como venga. Ahorita no hay mucho trabajo, somos agricultores de maíz, frijol, chile, hay quienes trabajan para otras personas en los nogales”.
Veía los puros camiones por ahí. La gente se iba, los que huyeron para que no los detuvieran. No se quedaron ahí, se los llevaron en el tren.
No sabían que estaban secuestrados, decían que venían engañados, que venían por la manzana, los traían ahí pero ya no los dejaban salir.
Jamás vieron a Caro Quintero en el Búfalo, sólo lo conocían por nombre y hasta le compusieron un corrido, recuerda uno de los más jóvenes.
JIMÉNEZ Y CAMARGO PROGRESARON CON LA PRODUCCIÓN DE CARO QUINTERO
La carretera que pasa por Jiménez y Camargo hacia el sur del país, ha sido estratégica para el paso de narcotraficantes. Actualmente no es la excepción. Esa región es una de las que presenta más alto índice de violencia en el estado de Chihuahua, desde el año pasado.

Hoy, aún se disputan la plaza dos grupos delictivos, que han provocado como en todo el  país, una guerra encarnizada. La población sufre secuestros, extorsiones y desapariciones, además de asesinatos.
Hace 29 años, las tropas militares pusieron al descubierto la cosecha de cientos de  hectáreas de mariguana, decomisaron unas mil toneladas, que equivalía a más de 8 mil millones de dólares.
Sin embargo, la gente de aquella región dijo que era nada comparado con la cantidad de mariguana que sacaban todos los días el tráilers y dompes, hasta cuatro o cinco viajes diarios.
Aquella época, en 1984, detuvieron a unas 75 personas en el rancho El Reliz, muy cerca de Jiménez y otros 75 lograron huir, recuerda Carlos Mario Armendáriz, quien era director del Sol de Parral, medio que dio cobertura completa a aquellos acontecimientos.
Además de El Reliz, otro rancho reventado fue  el de Chilicote, donde decomisaron varias toneladas de mariguana, en el municipio de Aldama.
“Esa noche la policía se llevó a los detenidos a la a cárcel de Parral, estaba de presidente municipal Gustavo Villarreal Posada, del PAN, en un acto de derechohumanismo propagandístico, asesorado por su apoderado legal, en la noche fueron a comprar burritos porque los presos se quejaban de tratos  inhumanos porque los tenían sin comer, como animales. Fueron a llevarles burritos y Antonio Quezada Fornelli (titular del Ministerio Público federal) se enojó y mandó un camión de redilas, se trajeron a todos a Chihuahua por la simpatía política que pudiera generar aquel acto.
El propietario de ese rancho, decían, era Carmelo Avilés. Unos días después, decomisaron la producción del Búfalo.
Carlos Mario coincide, trajeron al Búfalo, seccional del Valle de Allende, trabajadores sinaloenses, con el pretexto de trabajar en la pizca de manzana con muy buen sueldo. Luego resultó que ni era zona manzanera, ni había buen suelto y menos libertad. Estaban custodiados todo el tiempo por hombres armados y si alguno se atrevía a escapar, lo mataban.
Recuerda que el país pasaba por una fuerte crisis económica. Era el gobierno de Miguel de la Madrid, la época más dura de la crisis y que se agudizó con el temblor del 85. Los productores no podían acceder a créditos de Banrural, sólo a través de la sucursal de Camargo. “Todos vendían a fondar a Camargo, a pedir créditos a Banrural de Camargo”
El periodista tuvo contacto con comerciantes beneficiados con la opulencia de uno de los fundadores del cártel de Sinaloa, de Caro Quintero: “el dueño de un taller mecánico en Jiménez, me contó que Caro Quinero llegaba en convoy, en carros Grand Marquis, de su agencia Ford en Guadalajara. Llegaba con tres o cuatro vehículos a alta velocidad”.
Si un auto tenía el mínimo ruido, lo dejaba en el taller y pagaba bien, en dólares. “Le decía:’ quiero que por favor dejes de hacer todo lo que estás haciendo para que atiendas sólo a nuestros vehículos’ eran fallas mínimas, el mecánico me decía que las corregía rápido. Una vez llegaron en uno de los vehículos que les venía fallando, dijo que lo revisara urgente porque tenían que salir rápido.
“Llegaron al mediodía, se dio cuenta que no era gran cosa. Cuando regresaron, Caro Quintero le pidió las llaves del carro y le preguntó: ‘¿abriste algo?’ Le respondió que no. Y luego Caro Quintero abrió la cajuela, estaba  tapizada de dólares. El mecánico le dijo que su trabajo había sido enfrente y no tenía por qué abrir atrás. Agarró un fajo de dólares y se los dio”.
Otro negocio beneficiado fue uno de los desponchados ubicado en la entrada de Jiménez. “El dueño me contó que un día llegaron unos tipos y le preguntaron cuántos autos atendía al día. Le dijo que dependía del día, a veces uno a veces hasta cuatro. Le pidieron que cerrara el negocio al público para que trabajara sólo para ellos. Y así fue. Le pagaban bien”.
Las compras para dar de comer a miles de trabajadores que permanecían siempre encerrados, dieron ganancias a tiendas de abarrotes y tortillerías.
Carlos Mario Armendériz recuerda la entrevista con la encargada de una tortillería, a quien le compraron más máquinas para que hiciera las tortillas necesarias para toda la gente, diario.
“La tienda de ropa del pueblo en Camargo también se vio beneficiada. En una ventana grande, había cobijas de esas cuadradas y tenía la dueña un saco de piel verde. Un día llegaron y le compraron todas las cobijas, a uno de ellos le gustó el saco verde. Luego regresaron otros que querían sacos, pero ya no había porque lo había  traído de Estados Unidos, y le pidieron traer más  de varios colores.  Le pagaron ahí mismo y fue por más sacos”.
Lo describía la gente como un hombre que hablaba golpeado, alto y muy amable, bien vestido, con ropa de marca bota vaquera de pieles exóticas, cinto piteado, ropa vaquera bien vestido,
“Decían que llegaba de pronto, había rumores de que se quedaba en Las Pampas, pero casi nadie lo veía”:
El 9 de noviembre de 1984, cuando aseguraron las miles de toneladas de mariguana, varias personas se beneficiaron el decomiso.
“Cuando llegó el reportero Rafael Salas a cubrir para El Sol  de Parral, había dos militares, lo detuvieron y se identificó. Un soldado le ofreció dos cajas de mariguana, una para él y la otra para que la llevara a un domicilio en Jiménez, pero él salió corriendo por el monte, porque no quería topárselo”, recuerda.
Sin embargo, hubo otros reporteros que llegaron en helicópteros para cubrir el decomiso, y se dijo de algunos se regresaron con marihuana.
Al mes del decomiso, cuando el periodista viajó a esa región para conocer el ambiente, había matitas de mariguana que estaban creciendo de la semilla que quedó tirada.
“Esa zona es estratégica: Jiménez, Camargo. Una ocasión, mi director regional,  Carlos Figueroa me habló, que tenía que salir de madrugada de Parral a Chihuahua, para una reunión, entonces se hacían cuatro horas por la carretera sencilla. Como a las 2 de la mañana pasé por Jiménez, ahí había policías federales, porque como a 5 kilómetros había un destacamento de la Policía Federal de Caminos. A los dos o tres días, el federal Elpidio Mejía me dijo que me vieron pasar, le dijo que no viajara de noche, porque había tráfico para las dos direcciones, es la carretera de Camargo, a La Perla y a Ojinaga.
HUBO MUCHOS MUERTOS
Luego de que Enrique Camarena “El Kili”, oficial de la Agencia estadounidense contra las Drogas (DEA por sus siglas en inglés), delató la ubicación y siembra millonaria de mariguana en la región conocida como Búfalo. Llegaron los militares a acabar con todo.
Algunos campesinos lograron huir, no conocían la zona pero pidieron apoyo. Algunos caminaron hasta 48 horas para encontrar la manera de regresar a sus estado, situación que cobró la vida de unas siete personas, cuatro ancianos; algunos fueron asesinados en el campo de mariguana.
Así lo registra el archivo hemerográfico, la droga la enviaban a Estados Unidos y fue el mayor golpe al tráfico de droga en el país, hasta ese momento. No se detuvo, en ese momento, a cabecillas importantes del negocio:
El Heraldo de Chihuahua aseguró que era una banda internacional que operaba en Florida, Estados Unidos y que trasladó su centro de operaciones al rancho El Búfalo, protegida por funcionarios de la Secretaría de Gobernación. Era parte de la “Operación Pacífico”.
El periódico Norte, informó que las declaraciones de los campesinos indicaron que dos días antes en la madrugada, les dijeron que habría problemas y comenzaron a liberarlos.
"Vivían en un verdadero campo de concentración. Tenemos indicios que muchos que trataron de huir fueron asesinados por los narcotraficantes", dijo el vocero la PGR de aquella época a los medios de comunicación.
Uno de los campesinos, indica El Heraldo, dijo: "Yo le puedo asegurar, a cualquiera que me lo pregunte, que hubo una masacre de gentes inocentes que fueron acribilladas a tiros, por personas que durante las 24 horas vigilaban los centros de concentración donde se procesaba mariguana en el pueblo de Búfalo".
Y el periodista Clofas Ledezma, uno de los que dio cobertura, asegura hoy que los militares dispararon contra los campesinos desde el aire, pero hubo orden de que no se publicara esa parte, sólo podían consignar el decomiso masivo.
Las autoridades alcanzaron a detener a algunos jornaleros, incluidos mujeres y niños que también les hacían trabajar 20 horas diarias.
En el rancho Chilicote, donde decomisaron otra parte importante de droga, los campesinos revelaron a El Heraldo, que además se los depósitos a donde llegaba la droga de varias partes en tráilers, los obligaron a sembrar 86 hectáreas de mariguana. Los campamentos eran vigilados por 60 individuos.
En El Chilicote los guardias detenidos "confesaron que formaban parte de una banda integrada por 140 socios y que un hombre de nombre y apellido Rafael Quintero los capitaneaba y que Andrés Durán Fuentes aparecía como el segundo", indica El Norte
El Heraldo de Chihuahua consignó varios testimonios después del golpe al Búfalo:
Francisco Raúl Huerta (Foto: Jorge Salayandía)
Víctor Manuel Corrales, contratado en Culiacán, Sinaloa: "A mí me dijeron que venía al cultivo y procesamiento de la mariguana y que no tuviera temor porque todo estaba controlado por el gobierno- Los ranchos eran adquiridos en 30, 40 y 50 millones de pesos y todos eran liquidados en dolaritos. Antes de que llegara la ley, cargamos un promedio de cuatro camiones torton repletos de mariguana, empaquetada en cajas de ocho, diez y 14 kilos de yerba".
Francisco Ruiz, de Oregón, Sonora: "Los narcos les ofrecieron trabajo informándoles plenamente que se trataba de cosecha e industrializar mariguana, pero afirmando que los plantíos eran del gobierno y que por eso no tendrán problemas con las autoridades, les decían que terminarían en 20 o 25 días y para el 15 de diciembre estarían todos de regreso a sus casas. Empezaba a trabajar a las cuatro de la mañana y terminaba su jornada a las nueve. No es cierto que nos trataban mal, nos trataban bien.
“Esa noche acabábamos de descargar dos trocas y había salido un tráiler más temprano, bien cargado. Cuando cayó el Ejército, ya nomás había como 100 paquetes de cola (espiga) de 10 kilos cada uno, pero todo lo demás ya había salido a Estados Unidos. Quemaron el puro guarumo (desecho) que estaba amontonado en cerros del tamaño de una casa, o sea los tallos de las hojas, pero la cola ya se había mandado en los tortons para venderse. Un kilo cuesta 100 mil pesos”.
En el rancho donde sembraban y cosechaban mariguana, tenían almacenada y sembrada más de 9 mil toneladas de la yerba y secuestradas a cerca de 10 mil personas, contaban con plantas de luz, pozos para extraer agua, una enfermería, radios transmisores, armas de las llamadas cuerno de chivo, camiones torton, contactos que les advertían la posible llegada de las autoridades y más de los socios que controlaban los campamentos. En la noche y durante casi dos meses salieron los torton cargados de mota bien seleccionada: polvo, semilla, cola de borrego y pelo rojo. Toda exportable, consigna el medio de comunicación.
El 15 marzo de 1985, los medios informaron que el comandante Enrique Anaya informó que Rafael Caro Quintero tenía una orden de aprehensión, 190/84, por el caso del Búfalo, porque “al parecer”, Caro Quintero era uno de los propietarios de la yerba encontrada en los campamentos.
Y el 10 abril informaron que Rafael Caro Quintero confesó que sobornó a comandantes de la Policía Judicial Federal, entre ellos a Alberto Arteaga García, ex jefe de la PJF en Chihuahua, a quien le entregaba diez millones de pesos cada fin de mes, para que se hiciera el "disimulado" con las actividades de siembra de droga en Búfalo.
Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo eligieron a Chihuahua por su cercanía con Estados Unidos y por su extensión. Esperaban ganar 240 millones de dólares. Adquieren varios predios y contrataron cerca de 30 mil personas para diferentes lugares.
Hasta el 21 febrero de 1987, el predio donde sembraban mariguana en el caso Búfalo, les fue otorgado a los campesinos. Actualmente son 420.
CARO QUINTERO NUNCA BENEFICIÓ AL BÚFALO
Templo de Fátima
“Han dicho que Caro Quintero hizo la iglesia y escuelas, es mentira. El templo de Fátima lo hicieron otras personas. La imagen de la virgen de Fátima la trajeron en 1938, eran unos españoles que les dieron las tierras, de apellido, Almolea, la trajeron  de Portugal, de ahí fue que empezó a formarse el pueblo, pero nunca apoyó Caro Quintero. Otras cuestiones que no nos parecen es que digan que hubo opulencia cuando aquí nunca la vivimos”, reclama el profesor Francisco Raúl Huerta Martínez.
Aclara que las compras millonarias para alimentar y vestir a los trabajadores, las hacían en Jiménez o en Camargo.
“Este pueblo (Búfalo), se mejoró a partir de 1990, con Caro Quintero no había siquiera trabajadores de aquí. Cuando ocuparon a gente de Búfalo fue para que les dijeran las brechas para salir, pero con nosotros no hubo economía”, reitera el profesor.
Los pobladores del pueblo que se volvió famoso, han sido históricamente, agricultores menores o han trabajado para los ricos de la región.
Los trabajadores, sabían, los llevaban de Sinaloa, principalmente de Badiraguato, generalmente los reconocían porque llevaban huaraches cruzados.
Si los tenían secuestrados o no, la gente del pueblo no se metía, “si acaso ayudaron a alguien a sacarlos cuando se atascaban en alguna ocasión. Fue todo lo contrario, esa situación afectó al pueblo”.
“Los soldados entraron en camiones por el pueblo. Nosotros pensábamos que era la guerra, estábamos en la escuela, decíamos ‘¿pues qué está pasando?’, pasaban muchos soldados por aquí”, comenta Camena.
Y es que el 9 de noviembre de 1984, entraron por el Búfalo, alrededor de 500 militares durante la mañana, fueron apoyados por helicópteros. Cuando terminó la Operación Pacífico ese día, los judiciales regresaron por el pueblo para cenar.
Francisco Huerta cuenta que el día que llegaron a decomisar, además de los militares iban agentes judiciales.
El jefe de la judicial, Elías Ramírez, llegó con su gente en la noche al Búfalo, obligó a que abrieran el restaurante de la mamá del profesor Huerta, como no había suficiente comida, también obligó a que abrieran la tienda de abarrotes de los Moreno, recuerdan Magda y Camena Moreno. No les pagaron nada.
Los ranchos donde estaban las siembras eran dos, “El Álamo” y “Muriel”, que ahora son ejido El Álamo y ejido ampliación Felipe Ángeles.
 “Los trabajadores huyeron, nadie se quedó, los que pudieron contrataron a alguien para que les dieran salida, porque a los trabajadores les dijeron que no salieran por ahí el otro lado porque los iban a agarrar. Y como por aquí hay varias salidas, pedían orientación. Si quieres salir a Camargo hay una brecha, otra para Parral, para la Boquilla, por Agua Fría”, explica el profesor Huerta.
“Nada más nos dejaron la mala fama porque todo lo hacían por aquí, su traslado eran por ahí, sólo era el paso. Las tiendas no se beneficiaron. Lo poco que tenemos de progreso, no tiene nada que ver con Caro Quintero, pasaron casi seis años del decomiso, para que pudiera hacerse la carretera”, sentencia.
EL POCO REGRESO DE BÚFALO, LLEGÓ EN 1989
Fundadores de colonia Búfalo.
El profesor Huerta dijo que el Búfalo progresó hasta octubre de 1989, cuando regresó Ignacio Siller Baca para reclamar sus predios, que desde el 8 de julio de 1937 fueron entregados por el gobierno federal a los pobladores.
“Llegó y reclamaba el caso de las casas. Decía que nos vendía las casas pero toda la vida habíamos estado aquí y nos extrañó que dijera que era el dueño, quería que le pagáramos en un número de cuenta pero nunca vimos el documento que lo hacía dueño. El gobernador Fernando Baeza Meléndez se enteró y arregló todo para darlos los títulos de propiedad.
Luego, proyectaron la construcción de la plaza principal del pueblo que aún conservan.
Huerta relata que el Búfalo existe desde 1937, era la hacienda de los Baca, el dueño era Abel Baca. Cuando comenzaron a afectar los predios de las comunidades de Felipe Ángeles y Plan de Ayala, les comenzaron a quitar tierras a Abel Baca y éste acordó colonizar para no perder mucha tierra, la convirtió en colonia agrícola y ganadera Búfalo. Le puso por nombre Búfalo porque le gustó el nombre de un poblado de Nueva York, a donde fue en unas vacaciones que fue con su familia.
Las familias de colonia Búfalo han vivido de la agricultura, es un pueblo modesto, sin  mucho progreso. El pasado 19 de septiembre, las autoridades estatales colocaron la primera piedra de la presa que abastecerá sus cultivos.
Reclaman que el decomiso de las tierras de Caro Quintero, los ha afectado, nadie ha invertido en el desarrollo del pueblo, apenas comienzan a hacerlo.

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