Foto: Jorge Salayandía |
Búfalo,
Valle de Allende, Chih.- El tiempo se detuvo en la colonia Búfalo, en el
municipio de Valle de Allende, pueblo que se volvió famoso por el decomiso de 10
mil toneladas en 1984, propiedad de Rafael Caro Quintero.
Los
pobladores del pueblo que tiene apenas 300 habitantes aproximadamente, reclaman
la mala fama, porque el pueblo jamás se vio beneficiado por las ganancias
millonarias que producían alrededor de 10 mil jornaleros que eran esclavizados
en alrededor de 20 hectáreas. La gente de la región dice que serían unos 5 mil empleados.
Caro
Quintero fue sentenciado a 40 años de prisión, 15 por el delito de narcotráfico
relacionado con el caso Búfalo. De acuerdo con los magistrados del Primer
Tribunal Colegiado, ya cumplió esa condena. Es un pueblo sin pavimento, con dos escuelas, una primaria con dos maestros y un kínder con uno sólo.
A pesar
de que se encuentra a 30 kilómetros de
la ciudad de Jiménez, no cuentan con servicio de teléfono ni de
Internet.
De la
tienda de abarrotes de Búfalo, salen los recados para la gente. Por micrófono,
avisan a las personas que reciben llamadas telefónicas para que acudan a una
caseta ubicada afuera de la tienda.
Las
propietarias de la tienda, son hijas de quien fue presidente municipal de
Búfalo en 1984, Ismael Moreno. Ellas
también dan avisos al pueblo: “A todas las mamás que tienen jovencitos en la
secundaria en Jiménez, se les avisa que hoy a las 6 de la tarde hay reunión ahí
con Rosa González, para lo de la ben”.
Sus
cosechas se han visto afectadas como la de la mayoría de los pequeños
agricultores en el estado, a pesar de que este año ha llovido bastante. Su
esperanza es la construcción de la presa “Agua fría”, con la que desarrollarán
un sistema de riego.
Sentados
bajo un árbol, se encuentran seis hombres, cuatro de ellos adultos mayores. Se
apresuran a aclarar que del Búfalo nadie trabajó en la cosecha de marihuana. La
vivienda en donde se encuentran, está a media cuadra del camino de terracería
por donde pasaban los camiones cargados de marihuana hacia los sembradíos
ubicados a unos 15 kilómetros. “Decían que eran manzana”, cuenta entre risas uno
de ellos.
“Aquí no
había gente de ahí, nadie. Los traían de fuera. Aquí estaba pacífico. No había
prosperidad, nada más ayudaban a hacer tráfico todos los días. No había
contacto con ellos, ni trabajo. Era gente del lado de Sinaloa”, dice bajo su
sombrero uno de los habitantes.
A Búfalo
nunca llegaban a comprar, aseguran que todo lo llevaban de Jiménez o a Camargo.
“Aquí era un rancho, había más gente que ahorita eso sí, pero casi todos se
fueron desde que ya no llovió, como en el 88, se fueron al ‘otro lado’”.
La única
ocasión que vieron a los trabajadores que mantenían siempre encerrados, fue
cuando salieron corriendo porque llegaron los militares a decomisar la
marihuana. “Cuando vino el relajo vinieron aquí para pedir raid, o para pedir
hacer una llamada, venían bien espantados de allá. No los dejaban salir, había
hombres en las puertas con escopetas, tenían retenes, los hombres vestían como
federales de aquella época, pero esa ves tuvieron que huir”.
El campo
de concentración, como le llamaba, se ubicaba a unos 15 kilómetros del Búfalo.
Después del decomiso, se murió la actividad de aquellas tierras, aseguran.
Las
tierras fueron asignadas a 42 ejidatarios, las dividieron en dos ejidos: Álamos
y ampliación Felipe Ángeles. José, uno de los ejidatarios que se encuentra en
la plática, pregunta si regresará Caro Quintero por sus tierras, pero los otros
considera muy remota la posibilidad.
Uno de
los más grandes dice: “si lo ven, échenlo pa’cá, que nos dé jale, y que nos
pague por todo el tiempo que nos quedamos calladito”, sonríe y agacha la
cabeza”.
Otro más
dice: “que venga y nos dé trabajo, que tiene que sea ilegal, el chiste es que
haya jale, como venga. Ahorita no hay mucho trabajo, somos agricultores de maíz,
frijol, chile, hay quienes trabajan para otras personas en los nogales”.
Veía los
puros camiones por ahí. La gente se iba, los que huyeron para que no los
detuvieran. No se quedaron ahí, se los llevaron en el tren.
No sabían
que estaban secuestrados, decían que venían engañados, que venían por la
manzana, los traían ahí pero ya no los dejaban salir.
Jamás
vieron a Caro Quintero en el Búfalo, sólo lo conocían por nombre y hasta le
compusieron un corrido, recuerda uno de los más jóvenes.
JIMÉNEZ Y
CAMARGO PROGRESARON CON LA PRODUCCIÓN DE CARO QUINTERO
La
carretera que pasa por Jiménez y Camargo hacia el sur del país, ha sido
estratégica para el paso de narcotraficantes. Actualmente no es la excepción.
Esa región es una de las que presenta más alto índice de violencia en el estado
de Chihuahua, desde el año pasado.
Hoy, aún
se disputan la plaza dos grupos delictivos, que han provocado como en todo
el país, una guerra encarnizada. La
población sufre secuestros, extorsiones y desapariciones, además de asesinatos.
Hace 29
años, las tropas militares pusieron al descubierto la cosecha de cientos
de hectáreas de mariguana, decomisaron
unas mil toneladas, que equivalía a más de 8 mil millones de dólares.
Sin
embargo, la gente de aquella región dijo que era nada comparado con la cantidad
de mariguana que sacaban todos los días el tráilers y dompes, hasta cuatro o
cinco viajes diarios.
Aquella
época, en 1984, detuvieron a unas 75 personas en el rancho El Reliz, muy cerca
de Jiménez y otros 75 lograron huir, recuerda Carlos Mario Armendáriz, quien
era director del Sol de Parral, medio que dio cobertura completa a aquellos
acontecimientos.
Además de
El Reliz, otro rancho reventado fue el
de Chilicote, donde decomisaron varias toneladas de mariguana, en el municipio
de Aldama.
“Esa
noche la policía se llevó a los detenidos a la a cárcel de Parral, estaba de
presidente municipal Gustavo Villarreal Posada, del PAN, en un acto de
derechohumanismo propagandístico, asesorado por su apoderado legal, en la noche
fueron a comprar burritos porque los presos se quejaban de tratos inhumanos porque los tenían sin comer, como
animales. Fueron a llevarles burritos y Antonio Quezada Fornelli (titular del
Ministerio Público federal) se enojó y mandó un camión de redilas, se trajeron
a todos a Chihuahua por la simpatía política que pudiera generar aquel acto.
El
propietario de ese rancho, decían, era Carmelo Avilés. Unos días después,
decomisaron la producción del Búfalo.
Carlos
Mario coincide, trajeron al Búfalo, seccional del Valle de Allende,
trabajadores sinaloenses, con el pretexto de trabajar en la pizca de manzana
con muy buen sueldo. Luego resultó que ni era zona manzanera, ni había buen
suelto y menos libertad. Estaban custodiados todo el tiempo por hombres armados
y si alguno se atrevía a escapar, lo mataban.
Recuerda
que el país pasaba por una fuerte crisis económica. Era el gobierno de Miguel
de la Madrid, la época más dura de la crisis y que se agudizó con el temblor
del 85. Los productores no podían acceder a créditos de Banrural, sólo a través
de la sucursal de Camargo. “Todos vendían a fondar a Camargo, a pedir créditos
a Banrural de Camargo”
El
periodista tuvo contacto con comerciantes beneficiados con la opulencia de uno
de los fundadores del cártel de Sinaloa, de Caro Quintero: “el dueño de un taller
mecánico en Jiménez, me contó que Caro Quinero llegaba en convoy, en carros Grand
Marquis, de su agencia Ford en Guadalajara. Llegaba con tres o cuatro vehículos
a alta velocidad”.
Si un
auto tenía el mínimo ruido, lo dejaba en el taller y pagaba bien, en dólares.
“Le decía:’ quiero que por favor dejes de hacer todo lo que estás haciendo para
que atiendas sólo a nuestros vehículos’ eran fallas mínimas, el mecánico me
decía que las corregía rápido. Una vez llegaron en uno de los vehículos que les
venía fallando, dijo que lo revisara urgente porque tenían que salir rápido.
“Llegaron
al mediodía, se dio cuenta que no era gran cosa. Cuando regresaron, Caro
Quintero le pidió las llaves del carro y le preguntó: ‘¿abriste algo?’ Le
respondió que no. Y luego Caro Quintero abrió la cajuela, estaba tapizada de dólares. El mecánico le dijo que su
trabajo había sido enfrente y no tenía por qué abrir atrás. Agarró un fajo de
dólares y se los dio”.
Otro
negocio beneficiado fue uno de los desponchados ubicado en la entrada de
Jiménez. “El dueño me contó que un día llegaron unos tipos y le preguntaron
cuántos autos atendía al día. Le dijo que dependía del día, a veces uno a veces
hasta cuatro. Le pidieron que cerrara el negocio al público para que trabajara
sólo para ellos. Y así fue. Le pagaban bien”.
Las
compras para dar de comer a miles de trabajadores que permanecían siempre
encerrados, dieron ganancias a tiendas de abarrotes y tortillerías.
Carlos
Mario Armendériz recuerda la entrevista con la encargada de una tortillería, a
quien le compraron más máquinas para que hiciera las tortillas necesarias para
toda la gente, diario.
“La
tienda de ropa del pueblo en Camargo también se vio beneficiada. En una ventana
grande, había cobijas de esas cuadradas y tenía la dueña un saco de piel verde.
Un día llegaron y le compraron todas las cobijas, a uno de ellos le gustó el
saco verde. Luego regresaron otros que querían sacos, pero ya no había porque
lo había traído de Estados Unidos, y le
pidieron traer más de varios colores. Le pagaron ahí mismo y fue por más sacos”.
Lo
describía la gente como un hombre que hablaba golpeado, alto y muy amable, bien
vestido, con ropa de marca bota vaquera de pieles exóticas, cinto piteado, ropa
vaquera bien vestido,
“Decían
que llegaba de pronto, había rumores de que se quedaba en Las Pampas, pero casi
nadie lo veía”:
El 9 de
noviembre de 1984, cuando aseguraron las miles de toneladas de mariguana,
varias personas se beneficiaron el decomiso.
“Cuando
llegó el reportero Rafael Salas a cubrir para El Sol de Parral, había dos militares, lo detuvieron
y se identificó. Un soldado le ofreció dos cajas de mariguana, una para él y la
otra para que la llevara a un domicilio en Jiménez, pero él salió corriendo por
el monte, porque no quería topárselo”, recuerda.
Sin
embargo, hubo otros reporteros que llegaron en helicópteros para cubrir el
decomiso, y se dijo de algunos se regresaron con marihuana.
Al mes
del decomiso, cuando el periodista viajó a esa región para conocer el ambiente,
había matitas de mariguana que estaban creciendo de la semilla que quedó
tirada.
“Esa zona
es estratégica: Jiménez, Camargo. Una ocasión, mi director regional, Carlos Figueroa me habló, que tenía que salir
de madrugada de Parral a Chihuahua, para una reunión, entonces se hacían cuatro
horas por la carretera sencilla. Como a las 2 de la mañana pasé por Jiménez,
ahí había policías federales, porque como a 5 kilómetros había un destacamento
de la Policía Federal de Caminos. A los dos o tres días, el federal Elpidio
Mejía me dijo que me vieron pasar, le dijo que no viajara de noche, porque
había tráfico para las dos direcciones, es la carretera de Camargo, a La Perla
y a Ojinaga.
HUBO
MUCHOS MUERTOS
Luego de
que Enrique Camarena “El Kili”, oficial de la Agencia estadounidense contra las
Drogas (DEA por sus siglas en inglés), delató la ubicación y siembra millonaria
de mariguana en la región conocida como Búfalo. Llegaron los militares a acabar
con todo.
Algunos
campesinos lograron huir, no conocían la zona pero pidieron apoyo. Algunos
caminaron hasta 48 horas para encontrar la manera de regresar a sus estado,
situación que cobró la vida de unas siete personas, cuatro ancianos; algunos
fueron asesinados en el campo de mariguana.
Así lo
registra el archivo hemerográfico, la droga la enviaban a Estados Unidos y fue
el mayor golpe al tráfico de droga en el país, hasta ese momento. No se detuvo,
en ese momento, a cabecillas importantes del negocio:
El
Heraldo de Chihuahua aseguró que era una banda internacional que operaba en
Florida, Estados Unidos y que trasladó su centro de operaciones al rancho El Búfalo, protegida por funcionarios de
la Secretaría de Gobernación. Era parte de la “Operación Pacífico”.
El
periódico Norte, informó que las declaraciones de los campesinos indicaron que
dos días antes en la madrugada, les dijeron que habría problemas y comenzaron a
liberarlos.
"Vivían
en un verdadero campo de concentración. Tenemos indicios que muchos que
trataron de huir fueron asesinados por los narcotraficantes", dijo el
vocero la PGR de aquella época a los medios de comunicación.
Uno de
los campesinos, indica El Heraldo, dijo: "Yo le puedo asegurar, a
cualquiera que me lo pregunte, que hubo una masacre de gentes inocentes que
fueron acribilladas a tiros, por personas que durante las 24 horas vigilaban
los centros de concentración donde se procesaba mariguana en el pueblo de Búfalo".
Y el
periodista Clofas Ledezma, uno de los que dio cobertura, asegura hoy que los
militares dispararon contra los campesinos desde el aire, pero hubo orden de
que no se publicara esa parte, sólo podían consignar el decomiso masivo.
Las autoridades
alcanzaron a detener a algunos jornaleros, incluidos mujeres y niños que
también les hacían trabajar 20 horas diarias.
En el
rancho Chilicote, donde decomisaron otra parte importante de droga, los campesinos
revelaron a El Heraldo, que además se los depósitos a donde llegaba la droga de
varias partes en tráilers, los obligaron a sembrar 86 hectáreas de mariguana.
Los campamentos eran vigilados por 60 individuos.
En El
Chilicote los guardias detenidos "confesaron que formaban parte de una
banda integrada por 140 socios y que un hombre de nombre y apellido Rafael
Quintero los capitaneaba y que Andrés Durán Fuentes aparecía como el
segundo", indica El Norte
El
Heraldo de Chihuahua consignó varios testimonios después del golpe al Búfalo:
Francisco Raúl Huerta (Foto: Jorge Salayandía) |
Víctor
Manuel Corrales, contratado en Culiacán, Sinaloa: "A mí me dijeron que
venía al cultivo y procesamiento de la mariguana y que no tuviera temor porque
todo estaba controlado por el gobierno- Los ranchos eran adquiridos en 30, 40 y
50 millones de pesos y todos eran liquidados en dolaritos. Antes de que llegara
la ley, cargamos un promedio de cuatro camiones torton repletos de mariguana,
empaquetada en cajas de ocho, diez y 14 kilos de yerba".
Francisco
Ruiz, de Oregón, Sonora: "Los narcos les ofrecieron trabajo informándoles
plenamente que se trataba de cosecha e industrializar mariguana, pero afirmando
que los plantíos eran del gobierno y que por eso no tendrán problemas con las
autoridades, les decían que terminarían en 20 o 25 días y para el 15 de
diciembre estarían todos de regreso a sus casas. Empezaba a trabajar a las
cuatro de la mañana y terminaba su jornada a las nueve. No es cierto que nos
trataban mal, nos trataban bien.
“Esa
noche acabábamos de descargar dos trocas y había salido un tráiler más temprano,
bien cargado. Cuando cayó el Ejército, ya nomás había como 100 paquetes de cola
(espiga) de 10 kilos cada uno, pero todo lo demás ya había salido a Estados
Unidos. Quemaron el puro guarumo (desecho) que estaba amontonado en cerros del
tamaño de una casa, o sea los tallos de las hojas, pero la cola ya se había
mandado en los tortons para venderse. Un kilo cuesta 100 mil pesos”.
En el
rancho donde sembraban y cosechaban mariguana, tenían almacenada y sembrada más
de 9 mil toneladas de la yerba y secuestradas a cerca de 10 mil personas,
contaban con plantas de luz, pozos para extraer agua, una enfermería, radios
transmisores, armas de las llamadas cuerno de chivo, camiones torton, contactos
que les advertían la posible llegada de las autoridades y más de los socios que
controlaban los campamentos. En la noche y durante casi dos meses salieron los
torton cargados de mota bien seleccionada: polvo, semilla, cola de borrego y
pelo rojo. Toda exportable, consigna el medio de comunicación.
El 15
marzo de 1985, los medios informaron que el comandante
Enrique Anaya informó que Rafael Caro Quintero tenía una orden de aprehensión,
190/84, por el caso del Búfalo, porque “al parecer”, Caro Quintero era uno de los
propietarios de la yerba encontrada en los campamentos.
Y el 10 abril informaron que Rafael Caro Quintero confesó que
sobornó a comandantes de la Policía Judicial Federal, entre ellos a Alberto
Arteaga García, ex jefe de la PJF en Chihuahua, a quien le entregaba diez
millones de pesos cada fin de mes, para que se hiciera el
"disimulado" con las actividades de siembra de droga en Búfalo.
Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo eligieron a
Chihuahua por su cercanía con Estados Unidos y por su extensión. Esperaban
ganar 240 millones de dólares. Adquieren varios predios y contrataron cerca de
30 mil personas para diferentes lugares.
Hasta el 21
febrero de 1987, el predio donde sembraban mariguana en el caso Búfalo, les fue
otorgado a los campesinos. Actualmente son 420.
CARO
QUINTERO NUNCA BENEFICIÓ AL BÚFALO
Templo de Fátima |
“Han
dicho que Caro Quintero hizo la iglesia y escuelas, es mentira. El templo de Fátima
lo hicieron otras personas. La imagen de la virgen de Fátima la trajeron en
1938, eran unos españoles que les dieron las tierras, de apellido, Almolea, la trajeron de Portugal, de ahí fue que empezó a formarse
el pueblo, pero nunca apoyó Caro Quintero. Otras cuestiones que no nos parecen
es que digan que hubo opulencia cuando aquí nunca la vivimos”, reclama el
profesor Francisco Raúl Huerta Martínez.
Aclara
que las compras millonarias para alimentar y vestir a los trabajadores, las
hacían en Jiménez o en Camargo.
“Este
pueblo (Búfalo), se mejoró a partir de 1990, con Caro Quintero no había siquiera
trabajadores de aquí. Cuando ocuparon a gente de Búfalo fue para que les
dijeran las brechas para salir, pero con nosotros no hubo economía”, reitera el
profesor.
Los
pobladores del pueblo que se volvió famoso, han sido históricamente,
agricultores menores o han trabajado para los ricos de la región.
Los
trabajadores, sabían, los llevaban de Sinaloa, principalmente de Badiraguato,
generalmente los reconocían porque llevaban huaraches cruzados.
Si los
tenían secuestrados o no, la gente del pueblo no se metía, “si acaso ayudaron a
alguien a sacarlos cuando se atascaban en alguna ocasión. Fue todo lo
contrario, esa situación afectó al pueblo”.
“Los
soldados entraron en camiones por el pueblo. Nosotros pensábamos que era la
guerra, estábamos en la escuela, decíamos ‘¿pues qué está pasando?’, pasaban
muchos soldados por aquí”, comenta Camena.
Y es que
el 9 de noviembre de 1984, entraron por el Búfalo, alrededor de 500 militares
durante la mañana, fueron apoyados por helicópteros. Cuando terminó la
Operación Pacífico ese día, los judiciales regresaron por el pueblo para cenar.
Francisco
Huerta cuenta que el día que llegaron a decomisar, además de los militares iban
agentes judiciales.
El jefe
de la judicial, Elías Ramírez, llegó con su gente en la noche al Búfalo, obligó
a que abrieran el restaurante de la mamá del profesor Huerta, como no había
suficiente comida, también obligó a que abrieran la tienda de abarrotes de los
Moreno, recuerdan Magda y Camena Moreno. No les pagaron nada.
Los
ranchos donde estaban las siembras eran dos, “El Álamo” y “Muriel”, que ahora
son ejido El Álamo y ejido ampliación Felipe Ángeles.
“Los trabajadores huyeron, nadie se quedó, los
que pudieron contrataron a alguien para que les dieran salida, porque a los
trabajadores les dijeron que no salieran por ahí el otro lado porque los iban a
agarrar. Y como por aquí hay varias salidas, pedían orientación. Si quieres
salir a Camargo hay una brecha, otra para Parral, para la Boquilla, por Agua
Fría”, explica el profesor Huerta.
“Nada más
nos dejaron la mala fama porque todo lo hacían por aquí, su traslado eran por
ahí, sólo era el paso. Las tiendas no se beneficiaron. Lo poco que tenemos de
progreso, no tiene nada que ver con Caro Quintero, pasaron casi seis años del
decomiso, para que pudiera hacerse la carretera”, sentencia.
EL POCO REGRESO
DE BÚFALO, LLEGÓ EN 1989
Fundadores de colonia Búfalo. |
El
profesor Huerta dijo que el Búfalo progresó hasta octubre de 1989, cuando
regresó Ignacio Siller Baca para reclamar sus predios, que desde el 8 de julio
de 1937 fueron entregados por el gobierno federal a los pobladores.
“Llegó y reclamaba
el caso de las casas. Decía que nos vendía las casas pero toda la vida habíamos
estado aquí y nos extrañó que dijera que era el dueño, quería que le pagáramos
en un número de cuenta pero nunca vimos el documento que lo hacía dueño. El
gobernador Fernando Baeza Meléndez se enteró y arregló todo para darlos los
títulos de propiedad.
Luego,
proyectaron la construcción de la plaza principal del pueblo que aún conservan.
Huerta
relata que el Búfalo existe desde 1937, era la hacienda de los Baca, el dueño
era Abel Baca. Cuando comenzaron a afectar los predios de las comunidades de
Felipe Ángeles y Plan de Ayala, les comenzaron a quitar tierras a Abel Baca y
éste acordó colonizar para no perder mucha tierra, la convirtió en colonia
agrícola y ganadera Búfalo. Le puso por nombre Búfalo porque le gustó el nombre
de un poblado de Nueva York, a donde fue en unas vacaciones que fue con su
familia.
Las
familias de colonia Búfalo han vivido de la agricultura, es un pueblo modesto,
sin mucho progreso. El pasado 19 de
septiembre, las autoridades estatales colocaron la primera piedra de la presa
que abastecerá sus cultivos.
Reclaman
que el decomiso de las tierras de Caro Quintero, los ha afectado, nadie ha
invertido en el desarrollo del pueblo, apenas comienzan a hacerlo.
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