A un año
del asesinato del fotógrafo Ernesto Araujo Cano en la ciudad de Chihuahua, hay
un hombre sentenciado con libertad condicional y dudas por la manera en que se
desarrolló el procedimiento.
Su hermana,
Verónica Araujo Cano, solicitó en diferentes ocasiones ser coadyuvante del
Ministerio Público para poder solicitar las pruebas que ella misma rastreó
basada en los partes de la Policía Municipal y de la Policía Estatal Única, que
eran parte del mismo expediente.
La primera
versión que dieron las autoridades, fue que se trató de un asalto al que se
resistió el fotógrafo y que los asaltantes se enojaron con él porque no
pudieron echar a andar el vehículo.
Al día siguiente, el fiscal general del estado, Carlos Manuel Salas, aseguró que fue la causa del
asesinato fue una rencilla antigua o una riña vial, porque en un video se
observaba que se bajaron los dos conductores de sus respectivos automóviles,
Araujo Cano con un bat y el otro con el bastón del carro.
El agresor del fotógrafo lo acuchilló y le pegó brutalmente en
la cabeza, mientras un acompañante veía todo. Sin embargo, en el procedimiento
penal no presentaron videos como pruebas.
El mismo fiscal de la zona centro, Carlos Mario Jiménez Holguín,
reconoció antes de la aprehensión del homicida en una reunión con fotógrafos y
reporteros que exigían información, que no contaban con videos como evidencia,
sólo con declaraciones de unos once testigos.
El reporte
de la Policía Municipal indicó que eran tres o cuatro personas y que se trató
de un acto vandálico por querer robarle el automóvil, así lo refirió el alcalde
Marco Adán Quezada Martínez durante el funeral de Ernesto.
Otra
contradicción es que la escena del crimen fue desaparecida por la Policía
Estatal Única la misma noche del sábado que ocurrieron los hechos, cuando los
agentes entregaron el automóvil con dos bastones de vehículo que los
involucrados utilizaron para agredir, entre otras pruebas.
El 25 de agosto siguiente, Eduardo Rubio López se entregó a las autoridades y fue presentado ante los medios de comunicación, antes de ser consignado al juez, donde declaró que él había matado al fotógrafo.
Posteriormente, fue vinculado a proceso por homicidio en modalidad de riña en carácter
de provocado, ya que alegó que el fotógrafo lo agredió.
La juez de
garantía Sandra Zulema Sáenz, dio como plazo un mes para el cierre de la
investigación e iniciar el juicio oral. El acusado permaneció en prisión apenas
menos de un mes.
La hermana
de Ernesto, buscó de diferentes maneras, llevar ante la juez las evidencias que
podrían llevar a una investigación y tener la certeza de que se trataba del
verdadero culpable y no de un acto mediático para acallar al gremio que se
encontraba indignado y unido para exigir justicia.
La respuesta fue que ella no podía ser coadyuvante porque no era ni su esposa ni su mamá, pero Ernesto estaba divorciado y su mamá tiene edad avanzada, por lo que su salud se mermó luego del asesinato de su hijo y no podía estar en la lucha legal. La familia no fue escuchada en el juicio.
Durante
la audiencia de vinculación a proceso (auto de formal prisión en el sistema
tradicional), se escucharon los testimonios de la esposa y un primo del
imputado, presentados por la defensa.
De los once
testigos que dijeron las autoridades que tenían, la mayoría eran familiares o
amigos del imputado, que iban a hablar sobre su “buena solvencia moral”.
El
Ministerio Público presentó los testimoniales de un testigo presencial, era el empleado de una gasolinera, el único que vio
los hechos de cerca.
El parte
informativo de la Policía Estatal Única, así como varias pruebas periciales que
establece como causa de muerte, dijeron que Ernesto presentó laceración y
hemorragia cerebral, herida penetrante a cráneo por proyectil disparado por
objeto punzo cortante.
Ernesto
medía aproximadamente 1.75 metros y pesaba alrededor de 150 kilos, mientras que
su agresor, es delgado y de estatura más baja.
Eduardo
Rubio López aceptó que peleó con Araujo Cano y le causó lesiones recíprocas,
que le causaron la muerte a Ernesto Araujo.
El abogado
defensor Juan Armando López Montes presentó siete testimoniales, pero la juez
sólo aceptó tres porque el resto eran compañeros y conocidos del imputado,
quienes probarían que es un hombre honorable y solo era una situación
dilatoria.
El imputado
es radiólogo y laboraba en el hospital General Salvador Zubirán.
Los
testimoniales aceptados fueron los de Raúl Quintana Saucedo, propietario de un
puesto de tacos en el periférico Vicente Lombardo Toledano y Zubirán, quien
dijo que vio los hechos a una distancia de 70 metros; otros testigos fueron la
esposa del imputado, Alejandra Pérez Villa y el primo Omar Alonso Mares López.
Raúl
Quintana Saucedo de 34 años, dijo que desde el puesto de tacos, vio cuando
llegaron dos autos y se pararon en el semáforo, se bajó un señor gordito
(Ernesto) con un bat, y del otro carro se bajó a pelear el muchacho que iba
adelante, pero se devolvió a su auto para tomar “algo”, al parecer era un
bastón de seguridad y comenzaron a pelear, luego vio caer al señor gordito.
Dijo que no
vio las características de los vehículos, de las personas que participaron en
el riña, pero sólo dio características generales.
La esposa
del imputado, Alejandra Pérez Villa, de 29 años de edad, es técnica radióloga,
dijo que al llegar a su casa ese 18 de agosto, encontró a su esposo Eduardo,
quien estaba llorando.
“Llegue
a la casa, lo encontré con sus papas y estaba llorando, golpeado y me asuste. Lo
empecé a cuestionar, pero asustado nada más lloraba”, asienta el expediente.
Asegura que
su esposo le decía que no sabía qué había pasado con el señor que golpeó.
Al
día siguiente, en Internet se dieron cuenta de que Francisco Ernesto Cano
Araujo había muerto.
La
esposa indicó que su esposo estaba muy golpeado en el brazo derecho
que le impedía mover el hombro, tenía una lesión en el dedo pulgar y en la
parrilla costal otros golpes.
El tercer
testigo fue el primo del imputado de nombre Omar Alonso Mares López, de 26
años, aquél quien estuvo minutos antes del incidente. Estaban en su domicilio,
ubicado en la calle 4a, alrededor de las 21:00 horas, platicaron sobre el
segundo hijo que iban a tener Eduardo y su esposa.
El parte
informativo de la Policía Estatal Única, elaborado por los agentes
Carlos Solís y Baltazar Rodríguez, indica que cuando iban por el periférico
Lombardo Toledano, fueron abordados por un empleado de la gasolinera Cimarrón,
para decirles que metros más adelante había un hombre herido.
Cuando se acercaron, observaron un vehículo
Ford Focus, con las luces intermitentes encendidas, a un metro del auto había
una persona del sexo masculino boca arriba, quien estaba inconsciente y a
simple vista se podían observar que tenía golpes en diferentes partes del
cuerpo, principalmente en la cabeza del lado izquierdo, cuello y estómago.
Le brindan
los primeros auxilios y solicitaron los servicios de emergencia, ya que
el lesionado presentaba signos vitales. Los agentes le entregaron el carro a un
civil, quien se hizo cargo de las pertenencias del lesionado. El auto fue
llevado al tercer piso del estacionamiento de El Heraldo de Chihuahua.
Hasta el 20
de agosto, el agente de la Policía Ministerial, Javier Iván García continuó
la investigación, una vez que Ernesto falleció en el hospital Central
Universitario.
Posteriormente se dirigió a El Heraldo de Chihuahua, donde el
perito localizó dos bastones sobre el piso
Procesaron
una mancha de líquido hemático que se localizó en la parte del cofre por el
foco delantero del piloto y fascia delantera.
El
testimonio de Víctor Manuel Ocón Martínez, empleado de una gasolinera, fue el más importante, ya que él se
encontraba en la gasolinera cercana al incidente, fue quien vio con mayor
claridad los hechos.
Dijo que
los dos pilotos se bajaron y se pelearon, había por lo menos otra persona en el
carro de Eduardo Rubio, que viajaba como copiloto.
Ambos
carros se pararon en el semáforo, el conductor del auto de atrás era una persona robusta y en la mano llevaba un
bat, el conductor del auto de adelante se bajó con un bastón de volante, y se
golpearon.
Explicó que
el joven (asesino de Ernesto) le pegó en el cuerpo y la cabeza, luego sacó un
objeto como navaja con la que le dio a la altura del estómago.
Ernesto
cayó hacia la cajuela del vehículo de adelante y luego al piso. El agresor huyó
y aseguraron que iba con otro hombre, a quien nunca lo mandaron declarar, a
pesar de la insistencia de Verónica Araujo.
El señor de
la gasolinera dijo que él corrió hacia el señor que estaba en el piso y al
llegar lo vio con sangre y espuma, lo volteó para que pudiera respirar.
Vio un
celular con una llamada en proceso, tomó el aparato pero colgaron. Un de la
gasolinera, hizo la llamada de emergencia para que la policía acudiera.
El celular
se lo entregó a un agente, quien lo movió para hablar con la familia, del bat y
el bastón no supo más.
El 22 de
septiembre de 2012, Eduardo Rubio fue sentenciado en un juicio abreviado, que
se efectúa cuando la parte acusadora está de acuerdo y el imputado se declara
culpable para obtener una perna mucho menor.
La
autoridad indicó que la ex esposa de Ernesto Araujo, Victoria Mendoza, aceptó
el juicio abreviado.
Sin
embargo, testigos de la notificación a
la ex esposa, que no fueron llamados al juicio, aseguran que en un par de
ocasiones, un grupo de tres a cuatro agentes ministeriales con armas largas,
acudieron al centro de trabajo de la esposa de Ernesto, en una radiodifusora,
para pedirle que firmara la petición del juicio abreviado. La primera
ocasión se negó, pero la segunda ya no, firmó.
La
propuesta era darle 40 mil pesos para el hijo de Ernesto.
Posteriormente,
la juez dictó una condena de 3 años por homicidio en modalidad de riña, y como
el imputado nunca había delinquido y tenía buena conducta, alcanzó libertad
condicional. La reparación del daño fue de 170 mil pesos.
Hasta
ahora, aún hay dudas, porque nunca declaró el otro hombre que acompañaba a
Eduardo Rubio, tampoco permitieron el desahogo de más pruebas, y las
características del auto en el que viajaba el asesino, fueron distintas en
diferentes descripciones que realizaron en diversos momentos.
A pesar de
la insistencia de la hermana de Ernesto Araujo, nunca solicitaron la relación
de llamadas a la compañía telefónica con la que estaba la víctima, para conocer
con quien intentó hablar la última vez o si llamó antes de esa llamada. Hasta
ahora desconocen dónde quedó el celular.
Ayer,
familiares y amigos lo recordaron en una misa en el templo San Charbel, oficiada por el presbítero Alberto Meouchi, para recordar a un hombre
cariñoso, responsable, profesional, solidario con sus seres queridos y guía de muchos fotógrafos, que por lo menos
merecía un juicio transparente.
Te extrañamos Apá
Excelente, nota, ojala y tenga ecos en otros medios de mas alcanze, o mas mediaticos porque tal y como esta, yo no la lei en otros medios mi admiracion y respeto por tan loable actividad
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