lunes, 19 de agosto de 2013

A un año del asesinato del fotógrafo Ernesto Araujo: una sentencia opaca y dudosa

A un año del asesinato del fotógrafo Ernesto Araujo Cano en la ciudad de Chihuahua, hay un hombre sentenciado con libertad condicional y dudas por la manera en que se desarrolló el procedimiento.

Su hermana, Verónica Araujo Cano, solicitó en diferentes ocasiones ser coadyuvante del Ministerio Público para poder solicitar las pruebas que ella misma rastreó basada en los partes de la Policía Municipal y de la Policía Estatal Única, que eran parte del mismo expediente.


La primera versión que dieron las autoridades, fue que se trató de un asalto al que se resistió el fotógrafo y que los asaltantes se enojaron con él porque no pudieron echar a andar el vehículo.

Al día siguiente, el fiscal general del estado, Carlos Manuel Salas, aseguró que fue la causa del asesinato fue una rencilla antigua o una riña vial, porque en un video se observaba que se bajaron los dos conductores de sus respectivos automóviles, Araujo Cano con un bat y el otro con el bastón del carro.

El agresor del fotógrafo lo acuchilló y le pegó brutalmente en la cabeza, mientras un acompañante veía todo. Sin embargo, en el procedimiento penal no presentaron videos como pruebas.

El mismo fiscal de la zona centro, Carlos Mario Jiménez Holguín, reconoció antes de la aprehensión del homicida en una reunión con fotógrafos y reporteros que exigían información, que no contaban con videos como evidencia, sólo con declaraciones de unos once testigos.


El reporte de la Policía Municipal indicó que eran tres o cuatro personas y que se trató de un acto vandálico por querer robarle el automóvil, así lo refirió el alcalde Marco Adán Quezada Martínez durante el funeral de Ernesto.

Otra contradicción es que la escena del crimen fue desaparecida por la Policía Estatal Única la misma noche del sábado que ocurrieron los hechos, cuando los agentes entregaron el automóvil con dos bastones de vehículo que los involucrados utilizaron para agredir, entre otras pruebas.


El 25 de agosto siguiente, Eduardo Rubio López se entregó a las autoridades y fue presentado ante los medios de comunicación, antes de ser consignado al juez, donde declaró que él había matado al fotógrafo.

Posteriormente, fue vinculado a proceso por homicidio en modalidad de riña en carácter de provocado, ya que alegó que el fotógrafo lo agredió.

La juez de garantía Sandra Zulema Sáenz, dio como plazo un mes para el cierre de la investigación e iniciar el juicio oral. El acusado permaneció en prisión apenas menos de un mes.

La hermana de Ernesto, buscó de diferentes maneras, llevar ante la juez las evidencias que podrían llevar a una investigación y tener la certeza de que se trataba del verdadero culpable y no de un acto mediático para acallar al gremio que se encontraba indignado y unido para exigir justicia.

La respuesta fue que ella no podía ser coadyuvante porque no era ni su esposa ni su mamá, pero Ernesto estaba divorciado y su mamá tiene edad avanzada, por lo que su salud se mermó luego del asesinato de su hijo y no podía estar en la lucha legal. La familia no fue escuchada en el juicio.

Durante la audiencia de vinculación a proceso (auto de formal prisión en el sistema tradicional), se escucharon los testimonios de la esposa y un primo del imputado, presentados por la defensa.

De los once testigos que dijeron las autoridades que tenían, la mayoría eran familiares o amigos del imputado, que iban a hablar sobre su “buena solvencia moral”.

El Ministerio Público presentó los testimoniales de un testigo presencial, era el  empleado de una gasolinera, el único que vio los hechos de cerca.

El parte informativo de la Policía Estatal Única, así como varias pruebas periciales que establece como causa de muerte, dijeron que Ernesto presentó laceración y hemorragia cerebral, herida penetrante a cráneo por proyectil disparado por objeto punzo cortante.

Ernesto medía aproximadamente 1.75 metros y pesaba alrededor de 150 kilos, mientras que su agresor, es delgado y de estatura más baja.

Eduardo Rubio López aceptó que peleó con Araujo Cano y le causó  lesiones recíprocas, que le causaron la muerte a Ernesto Araujo.

El abogado defensor Juan Armando López Montes presentó siete testimoniales, pero la juez sólo aceptó tres porque el resto eran compañeros y conocidos del imputado, quienes probarían que es un hombre honorable y solo era una situación dilatoria.


El imputado es radiólogo y laboraba en el hospital General Salvador Zubirán.


Los testimoniales aceptados fueron los de Raúl Quintana Saucedo, propietario de un puesto de tacos en el periférico Vicente Lombardo Toledano y Zubirán, quien dijo que vio los hechos a una distancia de 70 metros; otros testigos fueron la esposa del imputado, Alejandra Pérez Villa y el primo Omar Alonso Mares López.

Raúl Quintana Saucedo de 34 años, dijo que desde el puesto de tacos, vio cuando llegaron dos autos y se pararon en el semáforo, se bajó un señor gordito (Ernesto) con un bat, y del otro carro se bajó a pelear el muchacho que iba adelante, pero se devolvió a su auto para tomar “algo”, al parecer era un bastón de seguridad y comenzaron a pelear, luego vio caer al señor gordito.

Dijo que no vio las características de los vehículos, de las personas que participaron en el riña, pero sólo dio características generales. 

La esposa del imputado, Alejandra Pérez Villa, de 29 años de edad, es técnica radióloga, dijo que al llegar a su casa ese 18 de agosto, encontró a su esposo Eduardo, quien estaba llorando.

“Llegue a la casa, lo encontré con sus papas y estaba llorando, golpeado y me asuste. Lo empecé a cuestionar, pero asustado nada más lloraba”, asienta el expediente.

Asegura que su esposo le decía que no sabía qué había pasado con el señor que golpeó.

Al día siguiente, en Internet se dieron cuenta de que Francisco Ernesto Cano Araujo había muerto.

La esposa  indicó  que su esposo estaba muy golpeado en el brazo derecho que le impedía mover el hombro, tenía una lesión en el dedo pulgar y en la parrilla costal otros golpes.

El tercer testigo fue el primo del imputado de nombre Omar Alonso Mares López, de 26 años, aquél quien estuvo minutos antes del incidente. Estaban en su domicilio, ubicado en la calle 4a, alrededor de las 21:00 horas, platicaron sobre el segundo hijo que iban a tener Eduardo  y su esposa.

El parte informativo de la Policía Estatal Única,  elaborado por los agentes Carlos Solís y Baltazar Rodríguez, indica que cuando iban por el periférico Lombardo Toledano, fueron abordados por un empleado de la gasolinera Cimarrón, para decirles que metros más adelante había un hombre herido.

Cuando se acercaron, observaron un vehículo Ford Focus, con las luces intermitentes encendidas, a un metro del auto había una persona del sexo masculino boca arriba, quien estaba inconsciente y a simple vista se podían observar que tenía golpes en diferentes partes del cuerpo, principalmente en la cabeza del lado izquierdo, cuello y estómago.

Le brindan los primeros auxilios y  solicitaron los servicios de emergencia, ya que el lesionado presentaba signos vitales. Los agentes le entregaron el carro a un civil, quien se hizo cargo de las pertenencias del lesionado. El auto fue llevado al tercer piso del estacionamiento de El Heraldo de Chihuahua.

Hasta el 20 de agosto, el agente de la Policía Ministerial, Javier Iván García continuó  la investigación, una vez que Ernesto falleció en el hospital Central Universitario. 

Posteriormente se dirigió a El Heraldo de Chihuahua, donde el perito localizó dos bastones sobre el piso

Procesaron una mancha de líquido hemático que se localizó en la parte del cofre por el foco delantero del piloto y fascia delantera.

El testimonio de Víctor Manuel Ocón Martínez, empleado de una gasolinera, fue el más importante, ya que él se encontraba en la gasolinera cercana al incidente, fue quien vio con mayor claridad los hechos.

Dijo que los dos pilotos se bajaron y se pelearon, había por lo menos otra persona en el carro de Eduardo Rubio, que viajaba como copiloto.

Ambos carros se pararon en el semáforo, el conductor del auto de atrás  era una persona robusta y en la mano llevaba un bat, el conductor del auto de adelante se bajó con un bastón de volante, y se golpearon.

Explicó que el joven (asesino de Ernesto) le pegó en el cuerpo y la cabeza, luego sacó un objeto como navaja con la que le dio a la altura del estómago.

Ernesto cayó hacia la cajuela del vehículo de adelante y luego al piso. El agresor huyó y aseguraron que iba con otro hombre, a quien nunca lo mandaron declarar, a pesar de la insistencia de Verónica Araujo.

El señor de la gasolinera dijo que él corrió hacia el señor que estaba en el piso y al llegar lo vio con sangre y espuma, lo volteó para que pudiera respirar.



Vio un celular con una llamada en proceso, tomó el aparato pero colgaron. Un de la gasolinera, hizo la llamada de emergencia para que la policía acudiera.

El celular se lo entregó a un agente, quien lo movió para hablar con la familia, del bat y el bastón no supo más.

El 22 de septiembre de 2012, Eduardo Rubio fue sentenciado en un juicio abreviado, que se efectúa cuando la parte acusadora está de acuerdo y el imputado se declara culpable para obtener una perna mucho menor.

La autoridad indicó que la ex esposa de Ernesto Araujo, Victoria Mendoza, aceptó el juicio abreviado. 

Sin embargo, testigos de  la notificación a la ex esposa, que no fueron llamados al juicio, aseguran que en un par de ocasiones, un grupo de tres a cuatro agentes ministeriales con armas largas, acudieron al centro de trabajo de la esposa de Ernesto, en una radiodifusora, para pedirle que firmara la  petición del juicio abreviado. La primera ocasión se negó, pero la segunda ya no, firmó.

La propuesta era darle 40 mil pesos para el hijo de Ernesto.

Posteriormente, la juez dictó una condena de 3 años por homicidio en modalidad de riña, y como el imputado nunca había delinquido y tenía buena conducta, alcanzó libertad condicional. La reparación del daño fue de 170 mil pesos.

Hasta ahora, aún hay dudas, porque nunca declaró el otro hombre que acompañaba a Eduardo Rubio, tampoco permitieron el desahogo de más pruebas, y las características del auto en el que viajaba el asesino, fueron distintas en diferentes descripciones que realizaron en diversos momentos.

A pesar de la insistencia de la hermana de Ernesto Araujo, nunca solicitaron la relación de llamadas a la compañía telefónica con la que estaba la víctima, para conocer con quien intentó hablar la última vez o si llamó antes de esa llamada. Hasta ahora desconocen dónde quedó el celular.



Ayer, familiares y amigos lo recordaron en una misa en el templo San Charbel, oficiada por el presbítero Alberto Meouchi, para recordar a un hombre cariñoso, responsable, profesional, solidario con sus seres queridos y guía de muchos fotógrafos, que por lo menos merecía un juicio transparente.

Te extrañamos Apá

1 comentario:

  1. Excelente, nota, ojala y tenga ecos en otros medios de mas alcanze, o mas mediaticos porque tal y como esta, yo no la lei en otros medios mi admiracion y respeto por tan loable actividad

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