Por: Aída María Holguín Baeza
Año con año, con la llegada de la temporada decembrina, el espíritu de “El Grinch” -famoso personaje de cuento del Dr. Seuss-, se apodera de un gran número de humanos alrededor del mundo -incluyendo a esta escribana-.
Erróneamente, se piensa que un Grinch es gruñón y odia la Navidad por amargado o insensible; sin embargo, esto no es cierto.
La historia creada por Theodor Seuss Geisel, y cuyo protagonista era ese verde personaje, en realidad representaba su aversión por el comercialismo de la Navidad. El Grinch hace énfasis en el consumismo y la preocupación que los humanos tienen por lo material, olvidando el significado espiritual de la Navidad.
Son varios los motivos por los que un importante número de personas pertenece al Club de los Grinch; el principal, es en estricto apego al énfasis en el consumismo que hace “El Grinch” del Dr. Seuss: no se odia la Navidad, sino en lo que se ha convertido.
Y es que en vísperas de esta importante fecha, la mayoría de las pláticas se centran en la preocupación por las compras navideñas, olvidando que el afecto no tiene precio y que lo importante es la convivencia y el momento de reflexión al que invita esta época del año.
Por otro lado, las famosas tarjetas navideñas -impresas o electrónicas-, por lo regular suelen ser enviadas solo por “costumbre” y no porque realmente se tengan buenos deseos o sentimientos hacia el destinatario.
La temporada decembrina se han convertido en excelente “oportunidad” –principalmente- para aquellos políticos, que quieren “limpiar” sus conciencias enviando frases trilladas de paz, amor, y buenos deseos; lo cual -en muchos casos-, solo evidencia lo incongruentes que son.
Este año en particular -para los mexicanos-, resulta burlesco e insultante que después de haber hecho todo lo que hicieron (especialmente con la Miscelánea Fiscal y la Reforma Energética), nos inunden con tarjetitas deseándonos felices fiestas y un próspero 2014, y todavía le ponen su foto para que nos quede claro quién es el buen samaritano que nos desea felicidad y prosperidad.
Y qué decir de las “posadas”, esas celebraciones tradicionales y populares que han perdido su verdadero sentido. Ahora las posadas son solo “pachangas” a las que muchos solamente van para ver les dan y qué se “sacan” en las rifas.
En fin, motivos para ser Grinch hay muchos, pero el que más pesa, es el de la esperanza en recuperar la humanidad que como “humanos” debe caracterizarnos -en pensamiento, palabra y acción-, ese motivo es el que mueve al Club de los Grinch.
Un verdadero Grinch no odia la Navidad, ni es una persona sin sentimientos, ni es gente amargada. El Club de los Grinch es una comunidad preocupada -y ocupada- por recuperar el verdadero sentido, no solo de la Navidad, sino del Año Nuevo, de los cumpleaños, del día del amor y de la amistad, del día del padre, del día de la madre, etc, etc, etc.
Es necesario aclarar que estas líneas tienen el único fin de hacer hincapié en que las épocas de “celebración”, deben ser de verdadera reflexión y que ésta nos lleve a darnos cuenta de que la riqueza monetaria, el consumismo y el materialismo en el que vivimos, no nos hace ningún bien.
Que no se mal entienda y se piense que lo que estoy diciendo es que no debe haber “posadas” y/ o que las muestras de afecto no se pueden -ni se deben- expresar a través de algún presente (regalos o tarjetas). Los “detalles” siempre serán bienvenidos, valorados y aquilatados; sin embargo, éstos deben estar acompañados de congruencia entre lo que decimos y lo que hacemos.
Cantar villancicos, el dinero, los regalos y las tarjetas, mensajes y correos con buenos deseos, no son suficientes para hacer de nosotros -o de de los demás-, personas de bien. Los buenos sentimientos -cuando los hay-, hay que expresarlos no solo con regalos y buenos deseos, hay que hacerlo a través de las acciones.
Finalizo en esta ocasión con la parte final del cuento “Cómo el Grinch robó la navidad” (publicado en 1957), escrito en por Theodor Seuss Geisel: “El Grinch entendía muy poco. O todos estaban muy locos, o sin comer y sin regalar podían igual festejar.
Así, la Navidad no estaba en las tiendas, ni en las manos de Santa las riendas de hacer que la gente del mundo se diera cariño profundo”.
Correo: laecita@gmail.com
Artículos anteriores: laecita.wordpress.com
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